Jorge Roberto Marquez Meruvia
Sabemos que la situación de Bolivia es catastrófica, pero, no es sería, tenemos el consuelo de que la situación es divertida. Debemos tener la capacidad de poder ver el escenario en perspectiva. Obviamente es un ejercicio muy poco practicado e incómodo, debido que cuando vemos todo el bosque no es de nuestro agrado; sin embargo, al ver que debemos hacer dicho ejercicio paso a describir nuestro panorama: Bolivia se encuentra constituida por tres tradiciones, la primera a) la occidental.- la sociedad boliviana se constituyó y se sigue constituyendo imitando las formas políticas, culturales, tecnológicas, etc., de Europa Occidental y Norteamérica, estos procesos imitativos son incompletos o mal copiados, la ironía del caso es que damos lo mejor de nosotros por copiar sus avances y al mismo tiempo odiamos sus prácticas imperialistas y colonialistas, o lo bien que les sale todo lo que hacen; la segunda, b) la idealización del originario (indígena).- dentro de la mentalidad boliviana por desconocimiento o conveniencia manejamos la idea de que los indígenas viven en contacto con la naturaleza sin hacer daño a nadie y que son buenas gentes, dejando de lado el carácter autoritario que regía en el imperio Inca, los Señoríos Aimaras o las tribus nómadas del oriente; la tercera c) la tradición ibero-católica.- nuestros colonizadores no eran grandes hombres, simplemente eran presidiarios (Almagro), puerqueros (Pizarro) o pobres que venían a buscarse una nueva vida a las américas. Ellos trajeron sus prácticas, como por ejemplo: la informalidad, el machismo, la corrupción, etc.
Los anteriores tres pilares mencionados y explicados son las columnas que rigen a la bolivianidad hasta hoy, es muy difícil pensar en un cambio que venga desde “el Estado llano”, ya que se mueven de acuerdo con estos pilares, peor aún desde arriba porque nuestros representantes son un reflejo social de nosotros mismos; no podemos olvidar que en los años 90 del Siglo XX se intentó procesos de institucionalización que fueron corrompidos por nuestra mentalidad.
De nada sirve negar lo que somos, ya que culturalmente bailamos la morenada, defendemos a raja tabla la diablada y tanto en occidente y oriente celebramos el carnaval como una de las fiestas más grandes del país, la cual la ensayamos con meses de adelanto y coronamos a sus reinas.
Nuestra democracia ha pasado de ser un ejercicio de elección de representantes a resignarnos a elegirlos. No importa quién gane o pierda, dudo de que nuestra sociedad cambie. Nos gusta vivir así, parecemos un relato de un teórico de la conspiración cuando nos habla de la falsa elección, cuando la democracia simplemente es una excusa que acepta el ciudadano para entregar el poder a una raza superior espacial conocida como reptilianos, que en nuestro caso no resultaron ser tan geniales ni inteligentes.
Al ser este el escenario, creo conveniente que debería colocarse la siguiente advertencia en las salas de parto de todas las maternidades: “Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al dolor eterno; por mí se va a la raza condenada. La justicia animo a mi sublime arquitecto, me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes de mí no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo, duro eternamente. ¡Oh! Vosotros que entráis, abandonad toda esperanza”.
Los bolivianos nos conocemos muy bien y sabemos cómo somos. Entonces, por qué esperamos actuar de manera diferente y caemos de manera muy ingenua ante los demagogos. Nuestras malas prácticas son un ejemplo no criticado y llevadas a cabo con genuina satisfacción, las elecciones en la universidad pública son el más claro ejemplo. Acaso estamos locos para seguir cometiendo la misma barbarie, esperando diferentes resultados.
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