Violencia en la juventud


 

La juventud es uno de los períodos más trascendentales en la vida de los seres humanos. Es cuando se produce la transición de la adolescencia a la mayoría de edad, la cual implícitamente demanda esfuerzos decisivos para forjar la personalidad individual y colectiva.

El principal de ellos es lograr una profesión o un oficio, dependiendo de las preferencias, aunque en ello inciden mucho las posibilidades económicas de la familia. Empero, en caso de que ésta tenga limitaciones, que en el país es muy frecuente, lo atingente es ponerse a trabajar para ser autosuficiente.

Obviamente, no tendrá que haber miramientos para la labor a desempeñar, lo importante es aprender a tener ingreso propio, para cubrir las necesidades propias y, si es posible, aportar a la familia.

En buenas cuentas, esta es la formación correcta que se debe tener en la juventud. Por supuesto, no quita, de manera alguna, la posibilidad de tener recreación, pero básicamente estimular el sentimiento de amistad y compañerismo con los amigos de estudios y otros que se pueda tener al alcance.

En la actualidad, hablando estrictamente de la sociedad boliviana, la juventud está perdiendo el norte de lo apropiado y prudente. De ahí que está ocurriendo lo más deplorable que se puede concebir. Muchos jóvenes están dando pasos en falso que comprometen su futuro.

Está proliferando la formación de pandillas, las que se caracterizan por enajenar sus sentimientos familiares y disociarse con la sociedad. Pues, las pandillas inciden amplia o totalmente en la violencia. Pareciera que esa fuera la índole que tiene el pandillaje, lo que se advierte por la vía de los hechos.

La violencia prevalece en sus propias relaciones, pero lo más grave es que se traduce en delitos públicos, con atracos y robos de magnitud. De la pandilla que se presume infirió golpiza inmisericorde a un periodista en Ciudad Satélite, hasta provocarle el estado de coma, sus integrantes eran menores de 30 años de edad.

Esta experiencia perversa dio lugar a que se difunda versiones de que en Ciudad Satélite y en, general, en la ciudad de El Alto, proliferan decenas de pandillas, al igual que en La Paz.

Otra de las demostraciones más deplorables que se tiene a ojos vista en el paso por las calles es la agresión que cometen las pandillas pintarrajeando las fachadas de las viviendas, de los edificios y, más todavía, en los monumentos. No hay límite en los desafueros en que incurren, pues todo induce a suponer que lo hacen a manera de competencia.

Es decir, cuanto más se pintarrajea y se hace el mayor daño posible a los lugares escogidos para el efecto, el resultado es verdaderamente atentatorio a la imagen urbana.

Se aprecia, asimismo, que en casos se hace impresionante derroche de pintura, al abarcarse casi íntegramente a una fachada. Ello querría decir que se cuenta con una buena disponibilidad financiera, puesto que el tarro de pintura es caro, pero cuando se emplea varios, quiere decir que se incurre hasta en derroche. El propósito seguramente es ganar los retos pandilleros, sin importar los costos, para lo que probablemente se apela a robos y saqueos a domicilios.

Hace meses, una autoridad edilicia fue entrevistada por EL DIARIO para consultarle si era posible tolerar el grave daño que se estaba incurriendo contra la propiedad privada y, en general, al ornato público. La respuesta fue que se procedería a evitar que ello continúe sucediendo y que incluso se impondría sanciones a los autores, quienes serían identificados mediante la vigilancia permanente.

Al parecer, nada de ello aconteció, porque los pintarrajeados persisten. En los últimos días el monumento a Colón, ubicado en el céntrico Paseo de El Prado, ha quedado totalmente desfigurado. Antes, ocurrió otro tanto con el de Confucio, que está en la curva de la avenida cercana a la residencia presidencial.

Sorprende, finalmente, que los propietarios de viviendas no hagan causa común para proteger las fachadas de sus inmuebles o, por lo menos, protestar por tanto abandono que se estaría evidenciando en la “Ciudad Maravilla”.

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