Europa lleva meses viendo cómo la actuación del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sube de tono. Pero invocar la pena de muerte como respuesta al fallido golpe de Estado que ha sufrido el país colma la paciencia occidental.
La UE al completo —y en particular la canciller alemana, Angela Merkel— han comunicado a Erdogan de que abrazar la pena capital suspende las perspectivas de adhesión al club comunitario. Menos precisa, la OTAN ha exigido “pleno respeto a la democracia”.
Clara señal de Berlín y Bruselas en dirección a Ankara. El Gobierno alemán fue de los primeros en mostrar su rechazo a la intentona golpista de la noche del viernes en Turquía. Pero el apoyo a la legitimidad de Erdogan no supone carta blanca para atacar opositores o vulnerar los principios del Estado de derecho. “La instauración de la pena de muerte en Turquía acabaría con las conversaciones de adhesión a la UE”, ha dicho el portavoz de la canciller Angela Merkel. “Ningún país que autorice la pena de muerte puede ser miembro de la UE”, insistió. El Presidente turco, pese a todo, ha vuelto a insistir este lunes en esa idea.
El Gobierno alemán también considera “preocupante” la destitución masiva de jueves o las escenas de “arbitrariedad y venganza contra los soldados en las calles” ocurridas el pasado fin de semana en Turquía. “No podemos aceptarlo”, zanjó el portavoz de Merkel.