El mundo, desde hace por lo menos 40 años, experimenta una especie de política de integración que la China Roja se ha propuesto llevar a cabo, debido especialmente a los cambios impuestos por Xiao Ping, primer ministro en los años 70, en sentido de adoptar el capitalismo en el campo económico y seguir, en lo interno, con la doctrina comunista con miras a lograr que el pueblo chino obedezca ciegamente las políticas del partido comunista. Esa dualidad de sistemas ha hecho que China resulte la segunda potencia económica del mundo.
Los gobiernos chinos han sabido escoger, meticulosa y cuidadosamente, a los países en los que tengan cabida sus políticas y así, Latinoamérica ha resultado ser “paraíso ideal” con miras a una expansión permanente y, además, un medio para entablar relaciones políticas, económicas, culturales, sociales y de toda índole hasta el extremo de instalar institutos donde se enseñe el mandarín, que puede ser, pasados los años, colocado como segunda lengua después del inglés, por la importancia que tendría para las relaciones económicas y comerciales.
El “Dragón Chino” llegó a asentarse en países pobres y subdesarrollados y, así, en América Latina entre los años 2005 y 2014 ha conseguido hacer inversiones y firmar contratos con montos importantes de dólares y tuvo los siguientes avances en su favor: Inversiones y contratos en México por 530 millones de dólares; Nicaragua, 520 millones; Costa Rica, 510 millones; Colombia, 1.700 millones; Ecuador, 9.500 millones; Perú, 16.500 millones; BOLIVIA, 840 millones; Cuba, 5 mil millones; Venezuela, 17.500 millones; Brasil, 31.400 millones; montos que, con seguridad han crecido notablemente hasta mediados de 2016.
China ha conseguido la adjudicación de obras de infraestructura en todos los países y ha ocupado a mucho de su capital humano que sea profesional o que tenga experiencia; por supuesto, el aspecto comercial ha tenido primacía especialmente en los últimos 15 años y, en muchos casos, ha desplazado a las industrias existentes porque tiene la capacidad de producir más y con bajos costos. China, al contar con una población cercana a los 1.400 millones de personas, no tiene competencia alguna en la mano de obra. Sus exportaciones han alcanzado cifras extraordinarias, difíciles de conseguir ni siquiera para bloques de países que desean unir su capacidad de producción.
Cuando el emperador Napoleón Bonaparte recibió la sugerencia de llegar a la China, dijo: “Dejen dormir a la China que, cuando despierte, convulsionará al mundo”. Y esto se ha cumplido a cabalidad porque ha llegado a tener no solamente poder económico y tecnológico sino capacidad política para que se entienda su papel, que tiende a ser hegemónico en muchas regiones del mundo.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |