Temas de la vida cotidiana
Un sábado, a horas 18.30, en inmediaciones del Mercado Lanza, en la acera que conecta con la calle Potosí, los gemidos de dolor de un hombre llamaban la atención. Sentado en el piso con la cabeza agachada, su rostro desfigurado, posiblemente por el cáncer, dejaba ver las órbitas oculares, piel, cartílagos, huesos, era una imagen dolorosa. Buscamos ayuda, pero como siempre a pocos les importa, nos contactamos con algunas instituciones que esperamos hayan hecho algo.
Según el informe “Panorama Social de América Latina 2015” presentado por la CEPAL este año, los indicadores socioeconómicos de la población rural en Bolivia muestran que todavía existen elevados índices de pobreza e indigencia y este es un claro ejemplo. Hace un par de meses una red televisiva presentaba en su noticiero nocturno, el caso de un joven, posiblemente pobre o indigente, que había acudido al Hospital de Clínicas por un problema en la pierna, y por algún motivo fue sacado a la acera, donde, según la nota periodística, permaneció tres días soportando frío, lluvia e indiferencia.
Una Viceministra del área de salud molesta y con fuerza logró que lo introdujeran de nuevo. Pero a los pocos días otra nota daba a conocer que había fallecido y la respuesta conformista de una enfermera fue: “hicimos todo por salvarlo”. Todo debían hacer cuando llegó buscando ayuda, pero acabó con su vida una septicemia, neumonía por las inclemencias del tiempo, un caso que merita esclarecimiento. Es otra muestra más de cómo sufre la gente pobre y peor los indigentes, quienes no tienen acceso a servicios de salud. La solución no será mandarlos a la Caja Nacional de Salud, que ya está abarrotada de pacientes, se podría crear algún centro de atención médica para ellos, a veces se gasta el dinero en superficialidades. Para atender a los indigentes debería haber recursos.
Siendo adolescentes, al volver de una fiesta de 15 años con el paje, descubrimos en la avenida Saavedra, esquina Díaz Romero, a una mujer que dormía sentada en la acera sobre sus trapos y cartones, sacando la cabeza de su manta y calentándose con un brasero. Le tomamos afecto y la veíamos a diario al volver a casa del colegio. Juanita hablaba con dificultad, barrendera de oficio, vivía en la calle. Un día amaneció sobre sus cartones y trapos, buscamos ayuda, médicos, clínicas, iglesias, a nadie le importó el asunto. Un vehículo de Radio Patrullas la llevó al Hospital de Clínicas y luego la trasladaron a la morgue, más tarde su pequeño mundo que había quedado en la acera, todo lo que tenía, era echado a la basura.
Se hace esfuerzos por pobres e indigentes, pero no son considerados necesarios, aunque ellos también son bolivianos, son nuestros hermanos, por qué no desarrollar más programas de ayuda, gubernamentales, privados, todo sirve.
Las iglesias, de la denominación que sean, ayudan, es cierto, pero en lugar de sermonear o hablar tanto de plata, por qué no toman el ejemplo de iglesias cristianas en Centro América que buscan, recogen, acogen, alimentan, cuidan, sanan y ayudan a transformar esas vidas que son devueltas a la sociedad o permanecen en sus albergues. Es un digno ejemplo para creyentes, no creyentes, autoridades y el mismo pueblo.
Se necesita hacer más por los pobres e indigentes, a lo mejor ver más abajo, hacia el suelo, donde generalmente nos tienden la mano, o en las noches ahora tan frías, todavía duermen en las calles. Si miramos al suelo, a nuestro alrededor veremos que existen muchos y verdaderos rostros del dolor.
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