¡Alto a la caza de brujas!

El ciudadano común se permite aclarar que la Constitución Política no dice que para ocupar altos o medianos cargos públicos o privados se debe ser, imprescindiblemente, “profesional titulado de universidades nacionales o extranjeras”.

Por otro lado, desde la independencia de los países de Sudamérica, han llegado a nuestros países emigrantes europeos para enseñarnos, mediante el sistema universal del “aprendizaje in situ”, tanto labores intelectuales a desarrollarse en el campo administrativo público y privado, como labores manuales a desarrollarse en el campo industrial y artesanal, implantando de esta manera la profesión de funcionarios y empleados “empíricos”. Y gracias a los conocimientos adquiridos durante una vida de arduo trabajo, se han convertido en poseedores de profundas y ricas experiencias.

Los funcionarios o empleados “empíricos”, en la cruda realidad del Estado Plurinacional, deben alcanzar al año 2016, a un 80%, así como de egresados de los institutos comerciales en un 15%, y de egresados de las universidades públicas y privadas en un 5%, del total de la masa laboral de nuestro país, que contribuyen eficazmente en sus labores, en reparticiones públicas, empresas privadas y negocios personales.

Por lo anterior, el ciudadano común reitera su voz de ¡alto a la caza de brujas! desatada contra humildes bolivianos que no han tenido la suerte de nacer en hogares pudientes, y no haber podido estudiar en universidades públicas o privadas. En cambio, gracias a su espíritu de superación y necesidad de sobrevivencia, muchos sin haber podido terminar la educación primaria y otros sin la educación secundaria, se han visto obligados a completar su aprendizaje “autodidacta”, leyendo manuales sobre diversas profesiones, y según las oportunidades que se les han presentado, han entrado a trabajar en instituciones públicas los unos y como empleados de empresas privadas los otros.

Aprendizaje “autodidacta” que a muchos los ha llevado a estar preparados tanto intelectual como manualmente, y las más de la veces, con mayores conocimientos y experiencias que los egresados de universidades, que merecidamente han ocupado en el pasado y ocupan en el presente, altos cargos como dignatarios y ministros de Estado, así como catedráticos de universidades públicas y privadas, y además como profesores en institutos profesionales.

Por ello resulta un contrasentido gubernamental, teniendo como Presidente del Estado a un indígena campesino cocalero, que no tiene títulos profesionales, así como a un citadino Vicepresidente, empírico matemático, que no tuvo inconveniente en figurar en su carnet de identidad como licenciado, al igual que en los documentos de registros de asistencia de clases de la UMSA, donde por muchos años fungió como catedrático invitado.

Por todo lo anterior, el ciudadano común considera que los funcionarios y empleados empíricos son dignos de respeto, y en vez de ser apresados y humillados, deberían ser honrados con el reconocimiento gubernamental, por ser empíricos profesionales, en los que el Estado no gastó ni un peso. ¿Verdad que sí?