¡Venezuela se nos muere!

Nos permitimos parafrasear esa máxima pronunciada por Víctor Paz Estenssoro en su célebre discurso del 29 de agosto de 1985, a tiempo de promulgar el DS 21.060, al referirse a la dramática situación económica y social por la que atravesaba Bolivia, para aplicarla a la tragedia que se cierne sobre la grande y noble patria venezolana, que yace al borde de exhalar sus últimos suspiros víctima de una hiperinflación sin precedentes, generada por la irresponsabilidad de sus hijos naturales encaramados en el poder desde hace más de 16 años.

Son cada vez mayores las masivas caravanas de venezolanos que se desplazan a la frontera colombiana en busca de alimentos y artículos de primera necesidad, cuya existencia ha colapsado en su país. Son verdaderos peregrinajes que se asemejan a la de los refugiados europeos que huyen del teatro de la guerra, como si estuviesen obedeciendo a pie puntillas aquella máxima del Libertador: “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.

Hasta Heinz Dietrich, creador de la famosa utopía del Socialismo del Siglo XXI, y otrora asesor del micomandante Hugo Chávez, apenas percibió los primeros temblores del terremoto que promovió su embustero invento, puso pies en polvorosa y desde allende la frontera se limita a exhortar a Maduro que negocie su retirada del gobierno, como lo hicieron los sandinistas en 1990.

Para mal de sus pesares, precisamente el 24 de julio, cuando se cumplieron 233 años del nacimiento de Simón Bolívar y, como un obsequio a su memoria, dos sobrinos de la inmadura pareja gobernante, acusados de intentar transportar 800 kilos de cocaína a los EEUU, han admitido estar involucrados en una red de narcotráfico, con fuertes vínculos con la guerrilla de las FARC.

Según el Wall Street Journal, los dos detenidos dijeron a los agentes de la DEA que, por ser familiares de Maduro, no necesitaban ayuda del Gobierno, policías o militares venezolanos para sacar la droga por avión desde Venezuela, ellos contaban con la ayuda de su propio equipo compuesto por sus guardaespaldas.

La moraleja de esta insólita captura radica en que, mientras el grueso del pueblo venezolano está pasando hambre y necesidades inimaginables en su rica nación, una minúscula cúpula gobernante, compuesta por narcotraficantes, militares y policías corruptos, arrogándose la representación de un supuesto movimiento de liberación bolivariano, ha cooptado el poder para sus exclusivos intereses.

Mientras en Caracas, el inmaduro tío de los narcos sin ruborizarse promete: “Vamos a recuperar todos los hospitales y los vamos a poner al nivel más alto que deben tener” y los narcosobrinos le cuentan al juez en USA cómo amasaron su millonaria fortuna, en los hospitales de toda Venezuela faltan insumos médicos y los barriles con agua son almacenados en los servicios higiénicos entre el miércoles y el domingo porque esos días se restringe el servicio.

Después de 17 años de bonanza petrolera, la economía venezolana está considerada por el Fondo Monetario Internacional como la peor del mundo, justificando así esa célebre frase: ¡Venezuela se nos muere!