Originariamente, las doctrinas sociales establecieron principios axiomáticos, categóricos e invariables, pero, pasadas algunas décadas, las decantadas normas quedaron en el olvido y, todavía algo peor, en los hechos se hace todo lo contrario de lo que proclamaron.
En tiempos de auge, los teóricos socialistas aseguraban que el socialismo solo podía ser construido por la clase obrera (proletariado) y que esa tarea histórica no correspondía, en forma alguna, a los pequeños empresarios o pequeña burguesía y muchísimo menos a la burguesía, clases antagónicas al socialismo, enemigas a muerte de esta corriente política.
Pero a medida que se produjo el desarrollo político de la sociedad, los profetas del socialismo chocaron con nuevas realidades y “descubrieron” que el camino más corto al capitalismo es el socialismo y no al revés, como sostenían hasta entonces. Y esto no solo a nivel nacional sino internacional, como en los casos de China, Rusia y otros países.
Pero, además, este neosocialismo dogmático, actuando contra sus más sagrados principios, estableció que el proletariado ya no es la clase social que realizaría el socialismo, sino que esa tarea estará a cargo de la pequeña burguesía, fórmula aplicable especialmente en los primeros días de su llegada al gobierno.
Es más, a medida que se producía el disfrute del poder, enseguida de someter a los obreros a represión, discriminación y aun racismo, encontraron una nueva “solución” para sus fracasos, nueva ideología, consistente en que el “socialismo” solo puede ser construido por la clase burguesa, novísimo procedimiento para seguir gozando de las “delicias” del poder.
Mutaciones ideológicas de esa naturaleza ya son por demás conocidas y la realidad ha superado todas las teorías, en particular donde los partidarios de esa teoría “revolucionaria” eran los más radicales, dogmáticos y ortodoxos. Sin embargo, en algunos casos, pese a todo, los socialistas encontraron un método salvador, un nuevo camino, para evitar el naufragio, sistema encantador que consistió en acudir a la tabla de salvación de una nueva ideología milagrosa, la ideología populista que consiste en construir el socialismo sobre la antigua sociedad comunitaria, sin pasar previamente por el sistema capitalista.
Empero, esa nueva fórmula, aunque aparentemente seductora, se basó en argumentos como que para hacer la revolución socialista primero hay que hacer la contrarrevolución y devolver el poder a la oligarquía y el imperialismo (inclusive en países con procesos progresistas nacionales y democráticos) con la idea, además, que serán los pequeños capitalistas y empresarios (pequeña burguesía) los que harán posible el sueño socialista, sistema que consiste en romper relaciones con la clase obrera y someterla a represión implacable.
En esa forma, los ideólogos del proletariado se tornaron en ideólogos de la clase de pequeños productores, artesanos, etc., concepción ingenua, pueril y puramente mecánica, razonamiento que evidencia el origen de clase de las ideas sociológicas del populismo, considerado no en el sentido habitual, sino el que le da la economía, vale decir del pequeño productor que realiza su actividad económica en el sistema de economía mercantil. En esa forma, para el neomarxismo, ahora el socialismo la construirá la burguesía reprimiendo a la clase obrera, como ocurre en Bolivia.
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