Sentir que la Patria es cada vez más nuestra, más íntimamente ligada a nuestros sentimientos y esperanzas; dolernos y angustiarnos por sus frustraciones, pobreza, desunión y presencia de sentimientos y conductas disociadoras de la integración que debería reinar en todo su extenso territorio; sufrir con angustia y dolor el nomeimportismo y la desidia por parte de quienes -con raras excepciones- poseen poder político, económico o social, son razones para creer más en ella, en su futuro, en que todos, compenetrados de sentimientos y propósitos, tengamos vocación por la unidad en busca del imperio pleno de libertades y la vigencia de una justicia bien servida y debidamente administrada.
Bolivia es, desde el logro de su independencia, un remanso de maravillas naturales dispuestas para disfrute de muchas generaciones; es el pasado, presente y futuro para hacer realidad lo que Dios ha dispuesto para Sus hijos que saben de virtudes y condiciones de vida para vivir en base a valores y principios. Pero es, a la vez, espacio donde, lamentablemente, han tenido asentamiento los odios, rencores, revanchismos, complejos y sentimientos que han causado mucho daño, que nos han frustrado y postergado; es, para mayor de los males, sitio en que un remanso que puede ser de felicidad, se convierte muchas veces en sedimento de discordias y división debido a la ambición y ausencia de conciencia de pocos y a su poca o ninguna práctica de virtudes de amor, solidaridad, respeto y consideración por los derechos de todos sin excepción; es, de alguna manera, escenario de ambiciones políticas y económicas que buscan perennidad en favor de pocos.
Es urgente entender que el futuro puede ser promisor para las actuales y futuras generaciones siempre que hoy, sin pérdida de tiempo, se den los pasos necesarios, se cambien conductas y se actúe conforme a las urgencias y necesidades con trabajo, disciplina, vocación de servicio y alta moralidad que tiene que traducirse en honestidad y responsabilidad combatiendo los males que socaban todo.
Es importante desterrar odios y rencores, dejar complejos y sentimientos racistas que postergan y atrasan, sometimientos a intereses creados y renuncia a conveniencias personales y de partido o grupo. No puede vislumbrarse ningún futuro sin tener conductas dignas para fortalecer la democracia y hacer que los principios de justicia, libertad y unidad sean parte sustantiva de la vida diaria.
Hay condiciones que permitirían encarar con éxito la solución de los problemas como la crisis económica, la ausencia de valores, combatir a la corrupción, al narcotráfico, al contrabando y, sobre todo, a los nomeimportismos que anquilosan la moral y todos los intentos por cambiar efectivamente. Quienes poseen poder político tienen la grave responsabilidad de responder a las inquietudes y esperanzas del pueblo y que éste no sea simplemente blanco y objetivo para la demagogia y el populismo, dos defectos perniciosos que han ocasionado pérdidas para el país.
Es absolutamente necesario disponer debidamente del presupuesto de la nación y destinar las mayores partidas a la educación y la salud, anulando gastos faraónicos evitando la dilapidación de dinero, inclusive suprimiendo partidas a ministerios como Defensa y Gobierno que bien pueden funcionar con austeridad. Es urgente olvidar las tentaciones de comprar aviones, armamento y vituallas para las fuerzas armadas porque, siendo país pacifista el nuestro, no corresponden gastos que resultarían inútiles especialmente si se tiene en cuenta que por fortunas que se gaste no llegaríamos a contar con lo mínimo necesario para contrarrestar el poderío de países que nos llevan mucha ventaja y que, como está comprobado con el caso de Chile, hay disposición para encarar por las armas, al estilo del año 1789, la expansión de su territorio en busca de riquezas que tiene nuestro país.
Mientras gobernantes y gobernados actuemos con sentido de país y vocación de servicio a la patria, con seguridad que podremos vencer los desafíos. Estamos a nueve años de cumplir 200 años de independencia y es urgente que el tiempo que resta hasta el año 2025 sea constructivo con el destierro de sentimientos negativos que aún se mantienen en la política partidista y en parte de la misma población que ha recibido su buena dosis de buscar contrarios o enemigos donde no los hay y que sólo la ceguera de intereses creados ve como ciertos.
Los pueblos que han alcanzado altos índices de desarrollo y progreso lo hicieron en base a unidad, libertad y primacía de sus leyes; fundamentalmente por haber tenido conciencia de país y vocación cierta por hacer que la madre tierra que los alojó sea remanso de bienes que hagan la felicidad para alcanzar condiciones y calidad de vida.
Finalmente debemos consolidar plenamente la unidad no solamente por la causa marítima sino para encarar la solución de los problemas, la superación de complejos, odios y resquemores afianzando los principios que fortalezcan la democracia con libertad y justicia porque así lo exige la patria.
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