El anuncio de la nueva postulación de Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua en las elecciones de noviembre próximo, muestran que en la nación de Sandino y Rubén Darío se está imponiendo la sombra de Somoza. Ortega gobernó constitucionalmente entre 1985 y 1990, año en que volvió a postularse pero fue derrotado por Violeta Chamorro. Luego venció a los liberales divididos en el 2006. Hasta ahí las cosas eran legales y los sandinistas se imponían democráticamente. Claro, dentro del concepto democrático tercermundista.
Pero por esos tiempos ya se enseñoreaba en la política latinoamericana Hugo Chávez y se había aliado con varios de sus colegas a quienes les inculcó la idea de que el poder no se debía soltar nunca por efecto de un proceso electoral; que el mando había de sostenerlo aun violando la Constitución y que la “revolución” no podía dejar su lugar a nadie y había que defenderla aunque fuera a tiros. La idea no era nueva, Castro la había ejercitado, pero Chávez, nuevo e impetuoso, la restableció.
Por lo tanto, en el 2011, cuando Ortega presentó nuevamente su candidatura, estaba en la línea de que el poder no se debe soltar jamás, y violó la Constitución, con el mismo desparpajo que muchos años antes había violado a su hijastra Zoilamérica, una niña de 12 años, nacida de una primera relación sentimental de su actual esposa Rosario Murillo. La Corte Suprema, afecta al partido de Gobierno (como en todos los países populistas de América), dio su visto bueno a la candidatura y ganó Ortega.
Pero no cabe duda de que cuando la Constitución es violada una primera vez, puede ser violada muchas otras veces. Dicen que es como la pérdida de la virginidad, que una vez producida ya deja de ser noticia. Por lo tanto, en este 2016, Daniel Ortega se lanza por cuarta vez, con su rostro más sonriente, a la presidencia de la sufrida Nicaragua. Esta sería su tercera candidatura consecutiva, contra toda norma, haciendo mofa del artículo 147 de la Carta Magna que prohíbe la reelección. Pero si la Corte Suprema y el Consejo Supremo Electoral miran hacia otro lado, quiere decir que el camino del engaño está expedito.
La Corte Suprema de Justicia le ha hecho otro favor a Ortega, y es que ha eliminado de la carrera electoral al líder de la oposición, Eduardo Montealegre, cabeza del Partido Liberal Independiente (PLI). Hubo, además, enjuagues de toda laya para descuajeringar al PLI que ahora ya no es amenaza para el sandinismo. Se está aplicando exactamente el libreto que dejó como herencia Hugo Chávez y que se ejecuta a ojos cerrados en Nicaragua y Bolivia y naturalmente que en la propia Venezuela.
Pero como habíamos dicho que a la primera violación constitucional le pueden suceder muchas más, Ortega, el gran violador como sabemos, está llevando como candidata a la vicepresidencia de Nicaragua, a su mujer, Rosario Murillo. “Un principio de equidad”, ha afirmado Daniel Ortega, seguramente que con el propósito de sacar algún lagrimón entre algunas damas ansiosas razonablemente de participación política. Aunque nadie puede confundirse porque está clarísimo que no se trata de “equidad” para con las mujeres, sino de instaurar una dinastía familiar al estilo de los Somoza, como afirman algunos analistas que saben mejor que nosotros lo que sucede en Managua. La Constitución está siendo sometida a un “ménage á trois”, sin duda.
Pensar en Rosario Murillo (le dicen la Chayo) hace recordar, de inmediato, a Evita e Isabelita, ambas mujeres de Perón. O a Cristina Fernández, esposa de Kirchner, sólo para referirnos a similitudes con Argentina. Porque Rosario Murillo no es una ama de casa, ni una psicóloga de lentes que atiende en su consulta, ni chef “cordon bleau”, ni decoradora de interiores. No está ahí para cuestiones de acción social ni para comprarse ropa cara para deslumbrar a los pocos embajadores acreditados en Managua. Ha sido guerrillera sandinista y ha manejado las riendas del gobierno siendo su portavoz durante los últimos diez años, según la agencia AFP. Y avisan otros despachos de prensa que, la Chayo es, además de políglota, profesora universitaria, y una reconocida poeta, es decir una intelectual. Pero por si le faltara algo, tendría un lejano parentesco (sobrina biznieta) con el héroe nicaragüense Augusto César Sandino.
Es claro el asunto en Nicaragua, entonces. Para decirlo mejor, queda horriblemente claro. Ortega está superando, en sus sucesivas reelecciones, al último de los “Tacho”, a Anastasio Somoza Debayle, contra quien peleó. Aquel Somoza que salió derrotado a tiro limpio del palacio presidencial de Managua y tiempo después voló por los aires con su Mercedes Benz blindado, en su exilio de Paraguay, víctima de un certero “bazucazo”. Si no recuerdo mal, sólo se encontró un zapato de él luego del atentado.
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