Inti Wara Yassi
• Es un trabajo en esencia de voluntariado, desde 1992 se han dedicado a luchar contra el tráfico y maltrato de animales silvestres, preservar la naturaleza y la biodiversidad
El oso Balú, las monas Marilyn y Vivi, los jaguares Kusiy y don Juancho y el puma Gato son los sobrevivientes de la crueldad humana porque han encontrado una oportunidad de una mejor vida en los albergues del parque Machia, Ambue Ari y Jacj Cuisi que funcionan por el compromiso de un grupo de voluntarios de la Comunidad Inti Wara Yassi.
Inti Wara Yassi (Inti, sol en quechua; Wara, estrella en aymara y Yassi, luna en guaraní) se fundó en 1992 con la idea de defender el medioambiente e inspirar a la humanidad a favor de la conservación y recuperación de la biodiversidad, tarea difícil, más si el trabajo depende del voluntariado de la gente.
Tania Baltazar es presidenta de la comunidad y Verónica Gómez es la veterinaria y consejera, ambas están plenamente conectadas con los tres parques, sienten una profunda convicción de salvar a los animales silvestres y preservar la biodiversidad.
Junto a ellas, poco más de 30 personas trabajan de manera permanente en los tres centros, pero se suman periódicamente voluntarios nacionales y extranjeros y su labor es fundamental, porque el trabajo requiere de mucho esfuerzo ya que “es duro y muy difícil”, comenta Baltazar.
Estas personas no solo rescatan a los animales sino que los cuidan, curan, alimentan, protegen y los acompañan hasta su vejez. Todos los animales llegan maltratados y agredidos, muchos de ellos no pueden ni siquiera volver a su hábitat.
“Cuando llega un animal en tan mal estado te parte el corazón, en el tiempo que pasamos y trabajamos con ellos aprendimos que los animales tienen emociones, sienten dolor y alegría igual que nosotros”, dice Tania, quien está segura de que los animales le hablan por medio de la mirada, aunque también sabe que esto parece una locura.
“Es una enorme responsabilidad que tenemos” sobre los 300 monos capuchinos, 36 monos araña, 25 coatis, un oso jucumari, un puma y alrededor de 70 aves que viven en el parque Machia que tiene una extensión de 38 hectáreas en convenio con la Alcaldía de Villa Tunari en Cochabamba. Está tan lleno que ya no es posible albergar a más animales.
Ambue Ari está en Guarayos, en el departamento de Santa Cruz, tiene 970 hectáreas para satisfacción de los 26 felinos, 10 monos aulladores, del chancho montés y de las aves de diferente especie que por ahora viven en ese hábitat; mientras que en Jacj Cuisi es un proyecto que está empezando, está al norte de La Paz y por eso tiene solo cuatro felinos.
“La dedicación es todo el tiempo”, cuenta Verónica. El equipo no tiene fines de semana o feriados, tampoco horarios fijos en sus funciones, ya que los animales pueden requerir de la atención de ellos en cualquier momento.
Pero también es “paciencia porque las condiciones son muy difíciles. Es duro, no hay música, no hay dinero, no hay con quién hablar en la selva. No hay las comodidades de las ciudades”, añade Verónica. Sin embargo, “reconforta” ver que los animales que llegan maltratados se recuperan, completa Tania.
Ambas coinciden que “hoy todos tienen mejor calidad de vida”. Como el jaguar don Juancho que está viejito y ciego “que ya nos va a dejar” porque tiene más de 20 años que equivale a 80, relata Tania. El felino llegó al centro con una infección producto de que le quemaron uno de los ojos, pero también perdió el otro.
O cuando ven a Marilyn viviendo entre los monos araña, sana, luego que superó el trauma de una violación por una persona enferma. Su recuperación tardó un año. El puma Gato es otro ejemplo, fue rescatado de un circo, no podía caminar porque sus patas estaban atrofiadas, fue sometido a nueve meses de fisioterapia, murió hace dos años.
El oso Balú fue salvado de unos comerciantes en la ciudad de El Alto, que estaban a punto de venderlo a un circo; el jaguar bebé, Kusiy fue recientemente operado de uno de sus ojos que fue dañado. Y recién entregaron a un bebé monito aullador que tenía lesión en su patita, Verónica sospecha que cuando la madre fue asesinada intentaron sacar a la cría y le lesionaron uno de sus miembros.
Cada animal tiene su nombre, su identificación es a través de una ficha fotográfica y un microchip y lo hacen no solo por tener el registro de los albergues, sino porque un animal que convierte en el acompañante diario en medio de la selva.
Tania y Verónica llevan en la memoria las historias de cada uno de los animales que han pasado por estos centros. Están convencidas que es necesario defenderlos y preservar su habitat porque de ellos depende el equilibrio de la biodiversidad.
Pero los albergues no solo ayudan a los animales, la relación es recíproca, porque los animales terminan ayudando a cada persona que llega a estos hogares. Incluso, traficantes de animales se han reconvertido en seres que hoy protegen a los que antes cazaban.
El “gasto es fuente” para mantener toda esta labor. Los centros de salud tienen lo necesario para atender a los animales que llegan generalmente con parásitos o heridas producto de los golpes que reciben. También llegan muy desnutridos, por lo que su alimentación debe ser adecuada y para cada especie. (ANF)
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