Con el propósito de encarar los retos del futuro, posiblemente durísimos, los gobiernos democráticos de Sudamérica deberían remozar los postulados de la integración. Y es que solo un clima de comprensión y unidad de intereses, con solidaridad y cooperación recíprocas, nos permitirá responder a los desafíos de un mañana cargado de angustias, frustraciones y sufrimientos.
En consecuencia, quienes conducen los destinos nacionales en Sudamérica deberían asumir las previsiones que el caso aconseja, en este tema específico de inmediato, buscando desbaratar inclusive las fronteras ideológicas, pero con respeto a ideas ajenas, a instituciones democráticas y adhesión a principios de no intervención y solución pacífica de conflictos entre naciones.
Y que la integración, aliciente de un proceso de construcción y transformación histórica, congregue, sin diferencias de alguna índole, a países grandes y pequeños, bajo el paraguas de la reciprocidad económica, tecnológica y cultural, con miras a realizar el sueño del desarrollo.
Que ninguna nación se sienta excluida ni menospreciada en sus proyecciones para alcanzar días mejores. Por ello debemos soñar con la unidad o el fortalecimiento en las relaciones multilaterales. Es decir, manteniendo fluidas relaciones y trabajando en estrecha cooperación, bajo los dictados de la unidad que acelerará la integración.
“La dispersión de esfuerzos, en cuanto a política de integración se refiere, puede ser negativa en cuanto a los resultados obtenidos. Particularmente para un país que cuenta con muy escasos recursos fiscales, es importante establecer prioridades claras en cuanto a la selección de sus pasos de apertura comercial y acuerdos bilaterales o multilaterales a realizar”, dice Javier Comboni en su trabajo titulado “Bolivia y Latinoamérica: Los Fundamentos Económicos de la Integración”, inserto en el libro “Bolivia y los Caminos de la Integración Latinoamericana”, publicado bajo el sello de UDAPEX, Min. RREE – ILDIS, en enero de 1994, donde varios autores tocaron temas de integración.
Tendríamos que fortalecer, en este marco, las señales de integración. Solo la acción integradora de países grandes y pequeños hará posible, sobre diferencias político ideológicas, la construcción de un mundo mejor, que es el objetivo mayor de nuestros tiempos.
Se requiere compromiso con el destino de pueblos ávidos de solucionar problemas comunes. De ello estuvieron conscientes los gobernantes sudamericanos de todos los tiempos, pues lo hicieron enarbolando los pendones de la integración.
En suma: se necesita integración para lograr un mundo con equidad, solidaridad y justicia social, en paz y armonía.
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