Tanto por las características propias de un fenómeno meteorológico, así como por inadecuadas medidas estatales, la carencia de lluvias y el aumento de la temperatura atmosférica, la sequía que está sufriendo casi todo el territorio nacional tiene tendencia a agravarse y, al mismo tiempo, al ser mal atendida por el Gobierno, adquiere signos que podrían tener efectos lamentables no solo para la agricultura sino para la economía del país.
En primer lugar, esta sequía fue atendida por las autoridades en forma tardía y solo después de insistentes anuncios de prensa y de campesinos y agricultores de diversas regiones del territorio. Al mismo tiempo, solo una vez que las autoridades se percataron del problema, decidieron dictar una serie de medidas con la idea de solucionar el asunto, con la esperanza de reducir los efectos que causa esta clase de fenómenos climáticos.
Ante la gravedad de la cuestión, el Órgano Ejecutivo dictó 12 decretos bajo el alentador título de “El Estado plurinacional de Bolivia trabaja por la agricultura familiar y la soberanía alimentaria”, pero su análisis técnico-agrológico muestra que mientras algunas de esas disposiciones serán poco efectivas, otras nada resolverán e inclusive podrían convertirse en ruinosas iniciativas.
El reconocimiento a las organizaciones económicas comunitarias y el fortalecimiento del complejo de camélidos nada tienen que ver con la sequía. Las ayudas financieras podrán reducir la crisis de alimentos de algunas poblaciones, igual que nuevos precios para los pequeños productores de maíz, así como la importación de esta gramínea, pero no resolverán, ni muchísimo menos, la escasez de agua en el altiplano, valles, yungas y trópico.
Una única medida podría evitar los efectos de la sequía sería la perforación de pozos. Pero inclusive esas perforaciones con alrededor de 50 equipos, que recién serán importados, tardarán por lo menos de uno a dos años para dar resultados. Es más, las aguas así obtenidas solo podrán cubrir no más de mil a dos mil hectáreas de cultivos familiares, quedando sin riego más de dos millones de hectáreas de la agricultura intensiva.
De otra parte, vender a los agricultores semillas de maíz, trigo, etc. con pagos diferidos y el diferimiento del gravamen arancelario por cinco años para importar semillas forrajes, etc., tampoco reducirá los efectos del devastador meteoro que amenaza al país.
En todo caso, es de esperar que se cumpla la teoría de algunos meteorólogos que indica que la época de lluvias está sufriendo un atraso y el ciclo se normalizará este año, sin olvidar que en el país no se produjeron las nevadas tradicionales de junio y julio y la de agosto ha demorado.
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