No a los milagros políticos

Mientras la periodista Macacha demuestra bailando su devoción a la Virgencita de Urkupiña, yo que fui un tigre para el tango y un cholo para el amor paso muchas horas al día confundido entre los fieles devotos de la Madre de Dios, entremezclando mis súplicas con las de aquéllos que le piden milagros en dólares, pegas en la Aduana, o inclusión en el Fondo Indígena Número 2.

Como entiendo que la oración es una conversación entre el cristiano afligido y Dios, utilizando en Urkupiña la mediación de la Virgen María, agucé mis oídos para enterarme de lo que estaba sucediendo en el templo de San Ildefonso repleto de fieles, por eso les cuento a mis lectores que la Virgen me ha dado a entender que junto a las súplicas por dinero y salud que le llegan, hay otras de carácter político que a ella no le gustan mucho.

Interesado en esa clase de súplicas, le rogué que me las revelase, a lo cual se negó, indicándome que yo debería afinar los oídos y alargar mis orejas.

Entre las súplicas más estrafalarias que percibí está la de una piadosa viejecita que le rogó a la Mamita de Urkupiña que nuestro presidente Evo se casará lo más pronto posible, pero no con la famosa Gabriela Zapata sino con alguna virtuosa señora nacida en Cochabamba.

No pude menos que sonreír al escuchar, con estas orejas que Dios me ha dado, esa honesta súplica de una devota de la Virgencita.

Otra plegaria que me conmovió fue la de un devoto que le dijo a la Virgencita: “Te pido, Mamita de Urkupiña, que conviertas al catolicismo a ese materialista y ateo Álvaro García Lineras que está corrompiendo ideológicamente al pobrecito Evo Morales que nunca conoció a Marx ni a Engels, pudiendo ser condenado al fuego eterno del infierno por culpa de ese Licenciado, quien también podría ser el causante del fuego eterno para otros inocentes hombres que hoy nos gobiernan”.

Tan terribles fueron las revelaciones que obtuve en el templo de Urkupiña, que yo mismo me asusté y salí para ir en busca de mi comadritay y discípula periodística para invitarle unos chicharrones y una jarra de chicha, para luego decirle que en el templo de Urkupiña me había enterado de cosas terribles gracias a mis largas orejas, las cuales fueron besadas castamente por la cholita valluna, lo cual me obligó a contarle algunas plegarias de las que me enteré sin quererlo.