Promover la integración de cara al Siglo XXI, con una visión pluralista del escenario político, es uno de los objetivos primordiales de la región. Y ello implica el acercamiento de nuestros países, fundado, particularmente, en la convivencia pacífica, fruto del entendimiento civilizado, bajo la luz de los tiempos de cambio que se imponen.
Tomando en cuenta tales aspectos que permiten la integración, instamos a quienes conducen los destinos de los dos países inmersos en un centenario conflicto, a parar los dimes y diretes. Éstos, por lo visto, no contribuyeron a propiciar el reencuentro de aquellos pueblos, en la histórica perspectiva de fortificar los lazos de amistad, en paz y armonía, hacia una integración o sea hacia la unidad en definitiva. En consecuencia solo la voluntad política se encargará de diseñar ese camino tan anhelado hoy como ayer.
Urge que ambos países, con sendas demandas en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, reflexionen y den un paso al costado, priorizando, fundamentalmente, la integración, en esta parte del Cono Sur. Y para ello es menester e histórico que sus gobiernos, con representación democrática y funciones en La Paz y Santiago, asuman la predisposición para abordar, en una acción conjunta y en consulta con los intereses tanto de Bolivia como de Chile, los temas emergentes de Arica y Antofagasta, puertos chilenos donde se puso cortapisas al transporte y carga bolivianas. En el entendido de que libres de conflictos se permitirán ingresar a la historia como verdaderos y buenos hermanos.
Sabemos que la Moneda ha manejado siempre la versión de que Bolivia goza de libre tránsito al océano Pacífico. “Chile adquirió pesadas obligaciones: construir un ferrocarril de La Paz a Arica y ceder a Bolivia el tramo que corre en ese país; otorgarle a perpetuidad el más amplio derecho de libre tránsito por su territorio y puertos del Pacífico”, dijo, a propósito, hace 37 años el Embajador Representante Permanente de Chile, ante la Organización de los Estados Americanos, Pedro Daza Valenzuela. Véase, por si haya duda, “La Revista Interamericana Visión”, de 3 de noviembre de 1979, volumen 53, No. 10, página 25.
El discurso nos parece bonito. En teoría todo es bello, pero en la práctica un desastre. ¿O faltamos a la verdad?
Las palabras de Daza Valenzuela reflejan el curso de la diplomacia boliviano chilena del Siglo XX. Pero actualmente vivimos los albores del Siglo XXI que se caracterizan por sus reivindicaciones de paz, unidad y fraternidad.
Ese libreto chileno ya no tiene cabida hoy en el continente latinoamericano ni en el mundo. El afán de aquél fue distorsionar la realidad histórica, además tratar de confundir y distraer a la comunidad internacional. Los hechos que se registraron recientemente con los transportistas bolivianos, en los puertos de Arica y Antofagasta, demuestran todo lo contrario, pues acá no hubo libre tránsito hacia el Pacífico, como pregona el vecino.
En suma: creemos que Bolivia y Chile con humildad deberían tratar el asunto en cuestión.
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