El estadio Olímpico de Río lució su mejor entrada para contemplar la primera escaramuza del gran ídolo del atletismo mundial, el jamaicano Usain Bolt, que recibió las aclamaciones del público en su paso fugaz (10.07 segundos) por la pista azul en las series de 100 metros.
Partió por el sexto carril en la séptima serie, la penúltima, se mesó la cara cuando su imagen apareció en pantalla entre el clamor popular, reclamó silencio a la grada, se santiguó dos veces en los tacos de salida, se trastabilló en los primeros pasos y sólo tardó unos metros en ponerse en cabeza para vencer en 10.07.
En la primera de sus presumibles siete intervenciones (tres en 100, otras tres en 200 y en la final de 4x100), Bolt ha sentado las bases del espectáculo que llegará a su culmen este domingo en la final del hectómetro.
Para los habitantes del barrio constituye un verdadero honor recibir a un invitado tan ilustre, aunque el estadio no luzca demasiado entre casas destartaladas y marañas de cables, postes, paredes recién pintadas y pavimento con el asfalto recién extendido.
Bolt acostumbra a visitar Brasil al menos una vez al año y nunca defrauda, siempre ofrece espectáculo a los mirones. Ayer tampoco abandonó tan saludable costumbre.
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