Punto aparte
De manera oficial, algo poco frecuente pero en este caso plausible, se ha reconocido que existe un estimable crecimiento del desempleo. Los porcentajes no son tan elocuentes, lo que tiene que preocupar a todos es que muchos hogares bolivianos están pasando momentos difíciles, por la falta de ingresos regulares, para cubrir necesidades básicas como alimentación y otras menores.
Sin incurrir en perjuicios y más bien apelando a los análisis que el caso amerita, en los últimos años se han ido produciendo situaciones que desalientan o por lo menos no estimulan la creación de nuevos emprendimientos empresariales.
En la medida en que ellos se concretan, uno de los resultados positivos es la creación de nuevos empleos. En cambio, lo que está ocurriendo, el desempleo, es completamente negativo.
Esta vez no se trata de incidir mayormente en política, pero algo que está causando el cierre de empresas y desalentando la apertura de otras, se origina en la falta del Estado de Derecho. Cuando este no existe o se halla sujeto a discrecionalidades, ahuyenta al capital, que es la base sustantiva para iniciar emprendimientos empresariales.
Si esta es la reacción interna, con mayor razón impacta en la inversión extranjera. Algo que resulta indispensable anotar es que el capital nacional, en el mejor de los casos, es insuficiente para efectuar operaciones productivas en grande. Entonces, queda como la mayor posibilidad la inversión extranjera.
Pero el caso es que Bolivia en la última década dejó de ser atractiva para el capital externo, a raíz de las nacionalizaciones, estatizaciones y el ambiente nada propicio que existe en las esferas oficiales para garantizar inversiones foráneas.
En este sentido, el informe más reciente que se tiene acerca del tema proviene de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), registrado en EL DIARIO el jueves último. Refiere que, en vez de crecer las inversiones en el país, han bajado en los dos últimos años.
Entre 2014 y 2015 disminuyeron en el 22 por ciento, o sea que mientras en 2014 sumaron 648 millones de dólares, en 2015 descendieron en 145 millones.
En términos globales, Bolivia ocupa el puesto 178 en la región para la apertura de una empresa. El experto internacional Álvaro Quijandría, perteneciente al Banco Mundial, apuntó, además, que para iniciar un emprendimiento en el país se tiene que cumplir 15 procedimientos burocráticos, que seguirlos siquiera toma 50 días de trámites.
Empero, quizá la noticia más inquietante que Cepal proporcionó es que, al presente, el capital internacional no tiene ya interés en realizar operaciones extractivas para obtener materia prima.
A modo de dar el adiós a este sector, que es el único en el que Bolivia ha tenido resultados, el documento de Cepal informa que, por ejemplo, en Colombia se observa que la participación de los sectores primarios en la inversión extranjera directa se redujo del 51% en el período 2010-2014 al 31% en 2015.
Por último, no se puede dejar de mencionar, a manera de mal recuerdo, que una empresa a la que se le estatizaron sus operaciones inició un juicio internacional para que el gobierno le pague por lo que se le apropió, pues no aplicó en su momento la obligación que tenía de indemnizarle.
Con esta experiencia más, ni pensar en atraer inversión extranjera a Bolivia. En cuanto a sustituirla con empresas estatales, los fracasos que en este orden se ha confrontado en los últimos diez años ensombrecen más la perspectiva de abrir más puestos de trabajo.
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