La noticia de perfil
Como gran parte del mundo, sigo los resultados de las diferentes disciplinas de las Olimpiadas que se realizan en Río de Janeiro con la esperanza de que alguno de nuestros atletas consiguiera una medalla de oro para nuestro país, acicateado por la recompensa millonaria que les ofreció nuestro presidente Evo al despedirse de ellos en el Palacio Real de la plaza Murillo.
Entre las pruebas que me despertaron mayores esperanzas se hallaba la de tiro, pero grande fue mi desilusión cuando nuestro representante fue eliminado, lo que me obligo a preguntar desconsolado a mi comadre periodista: Tiraremos tan mal…?
Ella no quiso comentar al respecto, sorprendiéndome con su anuncio periodístico sensacional de que fueron inauguradas las Olimpiadas de sangre en Bolivia.
Ese titular periodístico me causó un repentino “tembladerani” en todo el cuerpo, que me obligó a rogar a mi discípula que desarrollase su primicia, llamada “pepa” en la jerga periodística.
Así habló la periodista cochabambina al retornar de Quillacollo, donde estuvo bailando y rezando, rezando y bailando a los pies de la Virgencita de Urkupiña.
“El cooperativismo es una noble doctrina lanzada en Europa a comienzo del Siglo XX, llegando a Bolivia a través de organizaciones católicas, siendo un sacerdote, el Padre Julio Tumiri, su primer impulsor…”. Interrumpí a la cholita sabelotodo para decirle que conocía al Padre Tumiri en mi juventud, aunque hasta hoy considero un misterio cómo crecieron y se fortalecieron las cooperativas mineras hasta formar parte del engranaje y fuerza del actual sistema gobernante.
La cholita valluna sonrió ante mi escaso conocimiento de “las Olimpiadas de sangre” que desarrollamos los bolivianos y me informó de que éstas son nada más y nada menos que unos juegos sangrientos que se iniciaron sin ninguna antorcha olímpica, ni comité organizador alguno para obtener la próxima medalla de oro, que no es otra que la Medalla Presidencial, que verdaderamente es mejor.
Ese es el comienzo de estas Olimpiadas de sangre. Macacha y yo lamentamos la sangre, el dolor y las lágrimas que dejan estas olimpiadas a la boliviana, sin propaganda previa, quedando en nuestros escenarios olímpicos la pena y el sufrimiento de nuestros atletas que representaron a la Policía Boliviana y a los cooperativistas mineros.
Si en Río de Janeiro las Olimpiadas se disputaron al son de “las sambas”, nosotros disputamos nuestras propias olimpiadas de sangre al son de las marchas casi fúnebres.
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