Olimpia, ciudad ubicada en la parte occidental del Peloponeso, al pie del monte Cronión, fue el principal centro donde las competencias deportivas alcanzaron su máximo esplendor y se sucedían cada cuatro años.
Por entonces había la pena de muerte para la mujer que asistiera a los juegos, porque en éstos los hombres competían desnudos.
Días previos a la llegada de los célebres Juegos Olímpicos, el padre de Pisidoro había muerto de fatiga entrenando a su hijo, entonces su madre se encargó de proseguir su preparación. Para ver a su hijo correr la Maratón (cuarenta y dos kilómetros), se disfrazó de hombre y así entró al Estadio. Pisidoro, en aquel evento fue el vencedor de la gran carrera. La madre llena de emoción se arrojó a felicitar a su hijo, pero, en el tumulto se le cayó la barba. Las autoridades la detuvieron por haber infringido la ley, sin embargo, luego de un proceso y discusiones acaloradas fue absuelta por ser la madre de un gran campeón.
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