El 11 de julio del año 2015 el periódico El Deber tituló una de sus noticias: “Bolivia registra una baja en la tasa de desempleo del 3,2 % al 3 %”, dato que lo destaqué en mi última columna de opinión titulado: “Bolivia es un país de pleno empleo”.
Esta información periodística la realizó el periódico aludido con motivo de una declaración que el Director General de Empleo realizó, en el momento de destacar que las políticas económicas aplicadas en los últimos años tuvieron incidencia en una mayor creación de empresas productivas: “Este crecimiento ha incidido en el empleo, de tal modo que se ha reducido la tasa de desempleo, que el año 2006 era de 8,15% y hasta el 2013 era de 3,2%. Hasta 2015 se generaron procesos similares, en un rango del 3%. Es decir que bajó en 0,2%”.
Además dicha autoridad informó que cinco millones eran las personas que tenían empleo, “de los cuales 1.666.000 personas cuentan con una fuente laboral estable y con una relación obrero-patronal verificada, mientras que el resto está en el sector informal”. Es decir, que sólo el 32% de los trabajadores bolivianos están amparados con la Ley General del Trabajo y demás disposiciones gubernamentales como el pago de desahucio, indemnización, doble aguinaldo, etc.
En su reciente Informe que el presidente del Estado Evo Morales dio con motivo de la conmemoración de un aniversario más de la fundación de Bolivia, dijo que el crecimiento de la economía nacional había decrecido al 4,3 %, a mayo de este año, y que la tasa de desempleo que había sido del 3,5 % el año 2014 había subido al 4,4 % este año.
Por la importancia del empleo informal, el que la tasa de desempleo “abierto” se ubique en un 3 o en un 5 por ciento, dice poco sobre la economía boliviana en materia de empleo porque mayoritariamente es informal. ¿No será que en el empleo informal se está escondiendo una enorme tasa de desempleo, y que, por tanto, este sería el indicador adecuado para medir el verdadero desempleo en Bolivia?, indicador, que por supuesto no existe.
La presencia de un enorme empleo informal también distorsiona las cuentas nacionales que elabora el INE y con rezago las publica. El principal indicador es el Producto Interno Bruto (PIB) que es la suma de bienes y servicios finales que una economía produce en un determinado periodo de tiempo. Si a este indicador se le suma los ingresos netos recibidos del resto del mundo (ya sean por concepto de pagos o de transferencias), se tiene el concepto de Ingreso Nacional Bruto.
Por tanto, lo que cualquier país obtiene, digamos en el transcurso de un año es el ingreso bruto disponible, que tiene tres componentes principales que son: la remuneración de empleados, el “excedente bruto de explotación” y los impuestos que se paga por la producción y las importaciones.
De estos interesa destacar el comportamiento que en el tiempo se observa sobre la remuneración a los empleados y el excedente bruto de explotación. Si observamos una serie de tiempo que abarque el periodo 2000- 2014, que son los datos publicados por el INE, nos encontramos que la remuneración de los empleados muestra una tendencia descendente. Mientras en el año 2000 esta remuneración representaba el 36 % del ingreso, para el año 2014 cae al 27 %. Mientras tanto el comportamiento del excedente de explotación es inverso. Mientras en el año 2000 este excedente representa el 49% del ingreso, para el año 2014 se tiene un 51 dando a entender que los trabajadores participan cada vez menos del ingreso nacional y esto sería así porque lo que constantemente aumentan son los beneficios de los empresarios que absorben bajo el nombre de “excedente de explotación”, lo cual no es cierto.
Lo que sucede es que el excedente de explotación comprende no sólo los pagos a la propiedad que son intereses, regalías, depreciación y utilidades, que reciben las empresas, y las remuneraciones a los empresarios, como tales, sino también los pagos a la mano de obra no asalariada. Esto se da porque no es posible diferenciar, en el trabajo informal, lo que se recibe como salario de lo que es ganancia por su capital, que por principio todo agente económico hoy tiene. Desde las herramientas que tiene un mecánico, pasando por el chofer que tiene un minibús y terminando con el lustrabotas que tiene su cajita, para realizar su trabajo. Esto quiere decir que al momento de la elaboración de estas cuentas el Instituto Nacional de Estadística no puede diferenciar lo que reciben los trabajadores como salarios y como ganancias. Para el cálculo de las cuentas nacionales todo lo que recibe un trabajador informal se lo registra como excedente de explotación.
Por tanto, se debe concluir que el hecho de que el 70 por ciento de la población económicamente activa es informal, sus ingresos incorrectamente están siendo catalogados como “excedente de explotación”, trabajadores que continuamente aumentan.
El autor es Profesor emérito de la UMSA y expresidente del Banco Central de Bolivia.
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