La reforma agraria de 1953, al crear una nueva distribución de la propiedad de la tierra, así como el establecimiento de un nuevo sistema de producción en los llanos orientales, determinó la aparición de una nueva agricultura progresista con la utilización de nuevos sistemas tecnológicos. Ese proceso determinó que la producción agropecuaria de la región oriental tenga crecimiento extraordinario como para abastecer las necesidades del consumo, así como para fines de exportación.
Dos aspectos notables caracterizan a la actual actividad agropecuaria cruceña. La expansión de las áreas cultivadas hasta más de dos millones de hectáreas y el notable valor de la producción, como el referido a las oleaginosas que significaron el año 2015 más de 850 millones de dólares. Así mismo se debe citar el mayor cultivo de otros productos como trigo, arroz, maíz, sorgo, girasol, chía, etc. No se debe descartar que esa actividad originó miles de empleos. En forma general, la producción agrícola de Santa Cruz garantiza la seguridad alimentaria de la población y, en particular, esta actividad constituye el tercer factor de las exportaciones del país, después de la de gas y minerales.
Sin embargo, ese ritmo de crecimiento de la agricultura cruceña ha chocado contra barreras infranqueables para continuar creciendo. En primer lugar se encuentra la defectuosa legislación agraria vigente en el país, que destruye las libertades democráticas, crea frenos a las exportaciones y otros efectos menores. Pero, además de esos aspectos, se ha presentado el fenómeno climático de la sequía que este año afectó dos etapas agrícolas, produciendo en total pérdidas por alrededor de 500 millones de dólares, cantidad que tendrá efectos notables en el crecimiento del producto interno nacional.
Ante esa dramática realidad los agricultores asociados de Santa Cruz hicieron reclamaciones al Gobierno de tal forma de conseguir volver al ritmo progresista anterior y plantearon libertad de exportación de grano, acceso a semillas genéticamente mejoradas, seguridad jurídica para los propietarios agrarios y mejoramiento de la infraestructura y la logística de exportación, condiciones que les permitirían retomar la fuerza y velocidad para ingresar en una nueva etapa de progreso. Naturalmente, se deberá esperar que los agricultores orientales también hagan esfuerzos propios para hacer posible la realización de sus pedidos y, al mismo tiempo, poner en práctica medidas destinadas a paliar la sequía y adoptar puntos de vista menos pragmáticos y más democráticos que hagan realidad las demandas para resolver sus necesidades.
El problema agrario boliviano, en sus diversos aspectos, tiene carácter candente, pues no ha sido resuelto en su totalidad, tanto en el oriente como en occidente. Es más, es vez de procurar su solución se lo ha agravado, al extremo de retroceder a tiempos pretéritos.
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