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El discurso presidencial del pasado 6 de Agosto, en el que se rinde un informe circunstanciado sobre la gestión realizada, no ha tenido mayor difusión y menos repercusiones abundantes como en otros momentos, tal como ha ocurrido en el transcurso de estos diez años de gobierno, pese a que en esta oportunidad se dieron algunos anuncios que merecen un análisis más detenido.
En efecto, es por primera vez que Evo Morales no ha mostrado el optimismo que siempre ha tenido respecto a la dinámica del crecimiento de la economía, especialmente cuando la comparaba con el inmediato pasado, en el que ciertamente el país vivió una fuerte crisis coyuntural, así como tampoco se ha referido a las bondades de su modelo, al que le atribuía características propias e inéditas dignas de ser reproducidas por otras economías de la región, ya que tuvo que reconocer que también es vulnerable a los embates externos, como siempre ha ocurrido con nuestra economía que ha sido dependiente de la coyuntura externa, con distintos grados de intensidad, como ocurre ahora, llegándose probablemente a un mayor extremo.
Al parecer, el Presidente estaba tan convencido como el Ministro de Economía y Finanzas Públicas, que hace algún tiempo sostuvo que “Bolivia navega en semejante turbulencia mundial con cierta comodidad, debido a que desde hace cinco años la administración del presidente Morales tomó previsiones para estimular el mercado interno y no depender exclusivamente del externo; asimismo, ubicó al Estado en una posición expectante, al otorgarle funciones como las de planificar la economía, administrar empresas públicas, invertir en el sector productivo, asumir el papel de banquero, regulador y, entre otras más, redistribuir el excedente, con preferencia hacia los sectores que no fueron beneficiados por las anteriores gestiones gubernamentales”
Para sostener, al mismo tiempo, que “Todas las nuevas atribuciones del Estado están orientadas a convertir a Bolivia en un país industrializado mediante la acción coordinada de cuatro actores fundamentales: el Estado, propiamente dicho, y los sectores privado, comunitario y cooperativo, cuya integración configura un modelo claramente plural; es decir, de Economía Plural. No es la pretensión del Nuevo Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo ingresar directamente al cambio del modo de producción capitalista, sino, sentar las bases para la transición hacia el nuevo modo de producción socialista”.
Lamentablemente, la realidad trasciende las buenas o malas intenciones, más aún cuando existen obstáculos estructurales como ocurre con la economía y sociedad boliviana, que desde su existencia no ha podido superar estas trabas, sean humanas o materiales, repitiéndose cada cierto tiempo, especialmente luego de épocas de un auge circunstancial, la misma situación de desencanto colectivo, como seguramente ocurrirá en la medida en la que la actual coyuntura vaya mostrando su declinación paulatina, como está ocurriendo actualmente en la mayoría de los sectores de la economía, incluyendo la economía pública, salvo algunas excepciones, si las hubiere.
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