¿Cómo puedo salir de las sombras?, ¿cómo se puede perdonar a quien hizo atrocidades?, ¿podré mantener mi identidad bajo ese apellido que es execrable para la población?, son algunas de las preguntas que hijos de dictadores se hicieron y les son recurrentes porque avizoraban un futuro incierto.
La hija del dictador Pinochet expresó su desasosiego indicando que la gente de su país no la entiende y está cansada, y cuenta que cuando mantuvo una conversación con un investigador de los actos de tortura que ordenó su padre, narró que ella personalmente fue a la Dina, una especie de policía central de investigaciones del gobierno dictatorial, para comprobar si las personas eran torturadas o se violaban sus derechos humanos. Le respondieron que nadie era torturado o castigado y no se podía obtener respuestas perspicuas. Añade: “mi padre se enojó cuando le conté sobre mi visita a la Dina”, “soy sincera”.
Le preocupaba intensamente la enfermedad de su progenitor, que le había dicho personalmente que sobre el tema de las torturas se le informaba diariamente, empero no lo que sucedía en realidad, ya que se suscitaban innumerables y estremecedores casos, y cuando insistía en detalles le exponían pretextos inanes. “Era solidaria con mi padre y le creía, y pese a ser hija de Pinochet, un hombre que transformó a mi país, yo era una mujer sencilla”. Ella confirma que presenció la redacción de una carta de disculpa al pueblo por el dolor que causó a la ciudadanía y lo que significa tener el poder y conducir adelante al país. Las conclusiones del lector son inamisibles.
Alina Fernández, hija de Fidel Castro, declaró en Miami que su padre con su inteligencia y su paladino narcisismo, nunca sería un verdadero padre. Aunque ella trató de forjar una apertura y contacto permanente, ese intento no prosperó. Sostiene la hija que la principal obsesión de su padre era difundir su ideología en el mundo. Era poderoso y omnipresente en todos los recónditos lugares de Cuba y” mi problema con mi padre es que hundió la patria donde nací”.
Un periodista le pregunto: Si eventualmente muere su padre, ¿quién muere, Fidel Castro o su padre? Fidel Castro, respondió sin dubitación. Añade además que “no era la única que tenía ideas políticas diferenciadas. ¿Que podría perdonarle mi exilio?, no tengo rencor, pero perdonar, no.
Hermann Goering, uno de los principales artífices del dominio nazi, aunque poseía un deletéreo poder, según sus nietos sobrevivientes era un hombre muy querido por los nazis, en contraposición interna frente a Himmler o al ministro de propaganda. Los precitados nietos continúan con el martirologio de la investigación de los crímenes, con la diferencia desgarradora que están en contacto permanente y dialogando con los derechohabientes de las víctimas. Es un legado terrible y doloroso.
Idi Amin Dada, el dictador ugandés que estableció un régimen de terror en su país hasta su muerte, instiló profundo temor a sus hijos y familiares, aun después de muerto, y temerosamente se concienciaron de que debían prepararse internamente para vivir de por vida traumatizados.
En nuestro país, con innumerables dictaduras de menor y alta intensidad, incruentas y muy cruentas, efímeras y duraderas, los hijos y familiares tienen ante sí un sino marcado por la inseguridad y el delirio de persecución, sumado a un delicuescente amor propio, el cual se vuelve contra todo lo que a entender del sujeto, componente del entorno de cualquier dictador, disminuye o aniquila el disfrute de su existencia y libertad.
Estas dolorosas secuelas permanentes no germinan en regímenes democráticos; sistema de gobierno que, aun perfectible, es inherente a la libertad y respeto a los derechos humanos que debe disfrutar, sin solicitarlos, todo ser humano.
El autor es abogado corporativo, postgrado en Educación Superior e Interculturalidad, docente, escritor.
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