Con una técnica de ballet superior y una seguridad aplastante en los riesgos, tanto Margarita como Yana Kudryavtseva dejaron en la Arena Olímpica un reguero de belleza para elogiar.
La gimnasia rusa se llevó el oro olímpico por quintos Juegos consecutivos, pero no de la esperada mano de Yana Kudryavtseva, triple campeona mundial, sino de la de Margarita Mamun, siempre a la sombra de su compañera y que en Río encontró por fin la oportunidad de superarla.
Una Kudryavtseva majestuosa antes y después perdió su ventaja con un error inusual con las mazas, una caída en la última recepción, que no pudo compensar con su brillante actuación final con la cinta.
Kudryavtseva ganó la plata -perdió el oro, más bien-, con 75,608 y la ucraniana Ganna Rizatdinova se apropió del bronce con 73,583, tras una cerrada lucha con la surcoreana Son Yeon Jae (72,898).
‘Kudry’ fue campeona mundial en 2013, 2014 y 2015, los dos últimos años con Mamun en la segunda plaza, y los pronósticos la favorecían como nueva titular olímpica.
Con su manejo inigualable de los cuatro aparatos, una técnica de ballet superior y una seguridad aplastante en los riesgos, las dos rusas compitieron ayer en Río en otra división y dejaron en la Arena Olímpica un reguero de belleza difícil de olvidar.
Apodada ‘el ángel de las alas de hierro’, Kudryavtseva fue mejor de entrada con el aro y con la pelota, aparato en que tanto ella como Mamun derrochan sensibilidad interpretativa.
Pero el error en mazas fue decisivo. Tras finalizar el ejercicio, salió del tapiz abatida y escondió la cara para llorar mientras esperaba la nota, un 17,883 que la bajó a la segunda plaza y la puso a merced de un error de Mamun con la cinta.
Muy grande tenía que ser el fallo, porque la diferencia era de 892 milésimas, un mundo para un solo aparato. Mamun hizo un 19,233 que le sobraba para asegurar el oro. Pese a que Kudryavtseva besó la cinta antes de salir y estuvo magistral, con la nota más alta de la final (19,250), el título estaba sentenciado.
Mamun, una gimnasta excepcional que tiene la desdicha de coincidir en el tiempo con Kudryavtseva, y de que esta no falle casi nunca, no había podido superarla antes en el concurso completo de una gran competición, si bien la derrotó en las últimas copas del mundo previas a los Juegos.
Rizatdinova y Son, que además competían seguidas, mantuvieron una competición paralela por hacerse hueco en el podio. La ucraniana, décima en los Juegos de Londres, impuso su mejor técnica de aparato, ayudada por su envergadura física (1,73, por 1,65 de Son), para colgarse el bronce.
Sergei Bubka, presidente del comité olímpico de su país, estaba a pie de pista para felicitarla.
Las bielorrusas Melitina Staniouta y Katsiaryna Halkina, la búlgara Neviana Vladinova, la española Carolina Rodríguez (récord de edad en la historia de la rítmica olímpica, con 30 años), la azerbaiyana Marina Durunda y la francesa Kseiya Moustafaeva completaron, por ese orden, la clasificación de las finalistas.
EFE
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