Positiva visita chilena

Sin ambages, hay que reputar como positiva la visita que realizará a La Paz una delegación de Chile para tratar con las autoridades bolivianas el tema de las tarifas en los puertos del vecino país. Esta es una demostración de que las disidencias, cualesquiera que sean, hay que tratarlas en clima de buena disposición.

Los diálogos, en el mundo entero, siempre han sido los que más han evitado conflictos de magnitud, incluso con absurdos derramamientos de sangre.

El tema de las tarifas portuarias es bastante complejo, porque tiene muchas aristas. Empero, si la delegación chilena viene a Bolivia hay que entender que llegará con el mejor ánimo para encontrar una solución equitativa.

El origen de este tipo de diferencias no siempre tiene una buena intención, a veces suele prevalecer el autoritarismo o por lo menos el aprovechamiento, cuando se supone que se está en ventaja para extraer el mayor provecho posible en beneficio propio.

Pero, en el caso de las tarifas portuarias en puertos chilenos, tiene que prevalecer el equilibrio y también la mutua conveniencia, para no pecar de ingenuidad.

A ninguna de las partes le conviene imponer sus conveniencias, sino más el aporte recíproco de la buena voluntad y, más todavía, del mutuo interés. El uno sin el otro no tendría nada que discutir, pues el negocio no existiría para parte alguna.

En cambio, en este caso, el interés económico es recíproco y es en función de ello que debe imponerse la racionalidad. Esto es, compartir las ventajas y desventajas que recíprocamente se conceden, como clientes, antes que como competidores.

En cuanto a la llegada de la misión chilena, habría que entender algo así como una reapertura a los vínculos entre los dos países. Es una atención la que, en el fondo, se producirá, si bien es para negocios de interés recíproco, hay que tomarlo también como un símbolo de buen proceder.

Es lo que siempre tendría que suceder cuando se trata de países vecinos, con intereses recíprocos. En la medida en que los entendimientos crecen, se puede esperar mejores tiempos. Cuando los problemas son tratados civilizadamente, pueden ser precursores de mejores tiempos.

Ciertamente, en Bolivia hay una herida muy grande que nos infirió el país vecino, pero nadie, ni en la vida humana ni en las relaciones internacionales, puede cerrar todas las puertas de la vecindad. Los seres humanos somos pasajeros, los países son eternos, en la medida que esos sean los designios de la naturaleza y hasta de las propias creencias.

Por tanto, hay que pensar siempre en que es mejor la buena relación que a los odios eternos, que no construyen, más bien exponen a peores desastres. Los seres humanos, como perecederos que son, es mejor que cultiven lo bueno y no lo malo y peor lo perverso.

Es posible que estas líneas no sean bien acogidas por los casuales lectores que se tiene, pero en virtud de una larga experiencia de vida, de trabajo y de convivencia familiar y humana, puede que sean comprendidas con alguna tolerancia y hasta quizás comprensión. En todo caso, quedan libradas a diversas opiniones, como es lo que se pretende en el ejercicio del periodismo.