Por: Ernesto J. Navarro
Su libro fue un éxito de ventas y su vida es mundialmente conocida gracias también a la película que protagonizaron Steve McQueen y Dustin Hoffman. De la cárcel a la libertad gracias a varios intentos de fuga. ¿Sabe cómo vivía en la Venezuela que le dio su nacionalidad?
Al volver a Francia su país natal, casi tres décadas después de que lo enviaron como prisionero a la terrible isla del Diablo, una isla de la que nadie escapaba. Esto fue lo que dijo de él mismo:
-Me presento, Papillon.
-¿Su profesión antes de escribir este libro?
-En primer lugar presidiario.
-¿Y luego?
-Preso evadido, luego preso prescrito.
-¿Nacionalidad?
-Venezolano de Ardèche.
El mes de mayo de 1969 se presenta en París el libro de un absoluto desconocido en el mundo de la literatura. Se trata un expresidiario que se presenta con su nombre de combate en los bajos fondos: Papillon.
Las páginas contienen un relato verdaderamente apasionante sobre la vida de un hombre que dedica todos sus esfuerzos, durante poco más de 10 años, a librarse del infierno que vivían los reos franceses en las cárceles ubicadas en el Caribe, más específicamente en la Guyana Francesa.
Una espantosa realidad que les explotará a sus compatriotas en la cara cuando el autor, un ex presidiario evadido, cuente de manera autobiográfica todas las perversiones de aquellos centros de reclusión.
Así, Henri Charrière se hizo mundialmente famoso como 'Papillon', nombre con el que también tituló su obra.
Más de un millón de ejemplares del libro fueron vendidos solo en Francia. Veintitrés traducciones en cuatro continentes. Pero también surgieron libros y libelos contra el autor. “Tumultos en las calles y hasta un filme protagonizado por Steve McQueen y Dustin Hoffman, conformaron un acontecimiento literario sin precedentes”, dice el blog Opiniones Literarias.
EL EVADIDO
Todo eso ocurre finalizando la década de los 60.
Veintitrés años antes, en 1946, un francés llamado Enrique, no Henri ni Papillon (mariposa por un tatuaje en el pecho), llega a Caracas luego de un año de vivir en libertad condicional en un pueblo minero del sur del país llamado El Callao, a más de 835 kilómetros de la ciudad la capital de Venezuela.
En Caracas, nadie sabe ni siquiera un mínimo detalle de la asombrosa historia, tejida en numerosas fugas y varias re capturas, del francés que aquel 1946 está parado hablándole a la estatua de Simón Bolívar.
“¡Hombre!, ¡qué milagro verme a tus pies; tú eres el hombre de la libertad y yo solo soy un pobre diablo que siempre luchó por esa libertad de la cual eres la encarnación”, contará muchos años más tarde Charrière en un segundo libro de memorias titulado ‘Banco’.
Nacido en Ardèche, en el sur de Francia, se había hecho un hombre de los bajos fon-dos de París llegando a vivir del proxenetismo, que era el medio más rentable de esa forma de vida. Allí fue acusado del crimen de Roland Legrand y Papillon ‘Pouce Coupé’ (‘pulgar cortado’) pasará el resto de su vida asegurando que fue condenado por un crimen que no cometió.
También en Venezuela estuvo vinculado a la vida nocturna de un país que, para el momento de su llegada, vivía una etapa convulsa que rápidamente desembocaría en la feroz dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
DUEÑO DE LA NOCHE
Gracias a una habilidad genética para ha-cer amigos, Henri Charrière pronto se hará parte de la vida caraqueña.
Su primer negocio fue un restaurante de carnes bautizado ‘Mi vaca y yo’, instalado en el municipio Baruta, colindante con Caracas. Pero vendió el restaurante “harto de los steak fritos”, contará él mismo en la segunda parte de sus memorias.
Y junto a su esposa Rita, compra un bar nocturno de nombre Caty-Bar. Un local que “solo tiene clientela masculina porque hay chicas que les hacen compañía”, escribirá Papillon.
La fama del primer bar hace que pocos meses después adquiera, en la avenida Francisco de Miranda, El Madrigal, al que de inmediato transformará en El Ninoska.
También se hace propietario de El Normandy. El ‘nigth-club’ se encontraba frente a la temida organización policial represora de la dictadura conocida como ‘Seguridad Nacional’, en la actual avenida México de Caracas. En los espacios donde funcionó el bar hoy se encuentra la plaza Morelos.
A decir de Charrière, “de un lado el terror, los malos tratos; enfrente, el placer de vivir”.
Sus posesiones lo hacen blanco de funcionarios corruptos que lo presionan exigiendo documentos inalcanzables, pero también con su pasado como presidiario y entonces decide fundar junto a un venezolano llamado Gonzalo Durand la asociación de propietarios de ‘nigth-clubs’, bares y restorantes de la capital y sus alrededores.
Pero sin duda alguna, Papillon quedará marcado en la historia local al inaugurar, en 1958, un local que aún se encuentra activo y que se llama ‘El Grand Café’, en pleno bulevar de Sabana Grande, centro geográfico de la ciudad de Caracas.
EN CARACAS LA INSPIRACIÓN
Henri Charrière se hace residente en Venezuela y luego adquiere la nacionalidad por naturalización.
“Va a convertirse en personaje popular en Caracas. Circula libremente por Sabana Grande y en El Grand Café contará muchas de las historias que luego van formar parte de su libro”, dijo el historiador Vladimir Acosta en un programa transmitido por la televisión pública de Venezuela.
Los locales nocturnos le servirán de puen-te con personajes del poder político, pues por ellos desfilarán “senadores, diputados, banqueros, abogados, oficiales, altos funcio-narios (que) acuden por las noches con el fin de dejar escapar el exceso de presión acu-mulado durante la jornada en la que se con-tienen para dar la imagen de una vida ejem-plar (…). En el Caty-Bar todos se muestran sin velos (…) el grito de liberación de los hombres de una clase burguesa hartos de estar encarcelados por la convenciones y el qué dirán”, confesó Papillon en sus memo-rias.
Varios años y en varios períodos vivió Cha-rrière en los alrededores del bulevar de Sa-bana Grande en Caracas. Justo allí, en la li-brería francesa, va a toparse con un libro que será la catapulta de su vida como escritor.
Cuenta Vladimir Acosta que Papillon com-pra un ‘best seller’ publicado en 1965. “Se llama ‘L‘Astragale’, o sea, el astrágalo, el hueso este del tarso, escrito por Albertine Sarrazin, una muchacha que también había sido delincuente y prófuga, es decir, una vida muy parecida a la suya, y que había logrado publicar este libro. Y él decidió que con la historia que tenía podía publicar uno mucho mejor”.
INTERMEDIO
Poco antes de sentarse a escribir sus rela-tos, Charrière decide vender todas sus pose-siones en Caracas, cansado del asedio de los funcionarios del Gobierno que recién de-rrocaba la dictadura.
Va a partir a España, pero regresará a Venezuela ocho meses después al intentar abrir un negocio que no logró por la cantidad de permisos que le eran exigidos.
Retornará al occidente de Venezuela para fundar la compañía pesquera Capitán Chico, con 18 barcos, cinco pescadores en cada uno como tripulación, tres camiones frigorí-ficos y 120 mujeres que limpiaban los langos-tinos. Pero será estafado por un estadouni-dense dos años más tarde y… vuelve a Caracas.
CARACAS UNA VEZ MÁS
Es 1964 y gracias a la ayuda de un militar, del cual se hizo amigo en El Callao, compra el Bar Restaurant Gab, instalado en la pri-mera avenida de Las Delicias de Sabana Grande, muy cerca de su amado Grand Café.
Volverá sobre sus fueros al invertir sus ga-nancias adquiriendo el Scotch Club del sec-tor conocido como Chacaito. Evocando vie-jas glorias Papillon escribirá: “Vuelvo a vivir la vida nocturna. Noche caraqueña cada vez más vulgarizada, que pierde el sello bohe-mio, su principal encanto”.
En Venezuela, Henri Charrière recuperará la libertad y puede reconstruir su vida. “Este país acoge gentilmente a todo el que llega”, dijo a RT el escritor venezolano Luis Britto García.
“Papillon subió a la categoría de celebridad con un libro donde cuenta sus aventuras. Acá se hace empresario de clubes nocturnos. Y en su libro se describe como una especie de Su-perman carcelario. Yo, al menos, tengo serias dudas sobre la legitimidad de todo lo que cuen-ta. No obstante, esa fórmula le dio muy buen resultado. Solo digo que el único testigo de todas sus hazañas es él mismo. Así que te doy una apreciación subjetiva, ya que yo no estuve allí”, dice Luis Britto.
CELEBRIDAD
Ya publicado su libro, Henri Charrière comenzó a ser llama-do ‘Papillon’ en Venezuela. Ha-bía sido ‘Enrique el Francés’. Ahora, vuelto celebridad, el pre-sidente de turno, Rafael Calde-ra, lo recibió en audiencia pri-vada, el cardenal Quintero le presentó a otro monseñor direc-tor del diario (ya desaparecido) ‘La Religión’ y hasta los intelec-tuales de la época “como Arturo Uslar Pietri han hecho elogio de mi libro, sobre todo Miguel Ote-ro Silva (…), verdadero padrino de mi libro, lo ofrecen a Pablo Neruda, quien me hace el honor de felicitarme personalmente”, dirá Charrièrre.
Sus libros fueron dedicados a Venezuela y los venezolanos, a quienes llamó ‘compatrio-tas’.
Poco antes de morir escribió: “Los venezo-lanos no me fabricaron tal como soy, pero me dieron la posibilidad, la libertad, la confianza de elegir otra manera de vivir en la que todo lo que yo poseía íntimamente y que la justicia france-sa negó y condenó a desaparecer podría con-vertirse en positivo en una colectividad normal. Solo por eso les debo mi eterno reconoci-miento”.
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