Obreros y cooperativistas rompen el pacto de unidad

Es innegable que la política feudal-colonial que practicó el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada provocó una enérgica reacción social que buscó una salida para retornar a la línea nacionalista y democrática tradicional que, mediante la llamada “alianza de clases” y gran energía, se originó a principios del Siglo XXI. Esa reacción produjo el derrumbe de ese gobierno y abrió la posibilidad de una apertura en busca del retorno al régimen ya establecido.

Efectivamente, se reprodujo la alianza de varias clases sociales, aunque esta vez a título de “alianza de movimientos sociales” que se impuso por vía electoral con un nuevo gobierno, con el objetivo de retornar a la línea política original, al margen de ideologías exóticas populistas, socialistas, izquierdistas y otras lindezas utópicas. El nuevo gobierno llegó en esa forma al poder, pero con dos características: por un lado el respaldo de varias clases sociales con contenido antifeudal y anticolonial y, por otro, con una abierta ideología populista que, por su contenido económico, proponía un nuevo camino o sea establecer el “socialismo del Siglo XXI” sobre los saldos de la primigenia comunidad, sobrepasando la etapa capitalista.

Desde entonces las cosas marcharon mal, pero en cuanto los movimientos sociales alcanzaron objetivos generales y no se cumplían los correspondientes a sus propios intereses de clase, cada uno empezó a marchar por su cuenta, lo que dio origen, primero, al resquebrajamiento del pacto de unidad de los movimientos sociales y, segundo, a su paulatina desintegración. Es más, esa ruptura dio origen a una enérgica reacción del grupo dirigente que arremetió lanza en ristre contra los inconformes con dolorosa represión (en especial contra los llamados intelectuales).

Esa ruptura del frente de movimientos sociales empezó con los sucesos del Tipnis y otros y se fue agravando sin cesar hasta que, finalmente, pese a los llamados de unidad, terminó sufriendo grandes desgajamientos. En efecto, se produjo la ruptura con la clase obrera que, al margen de la COB, rompió de hecho las relaciones con el partido gobernante e inclusive dio muestras insurreccionales en tres huelgas generales, etc. Se produjeron intentos para arreglar ese dislocamiento, pero los resultados fueron más contundentes y la clase obrera terminó al frente del régimen.

Pero enseguida se presentó otro resquebrajamiento del pacto unitario. Los cooperativistas, pilar fundamental de la Alianza, se vieron obligados a ponerse al frente porque se atentaba contra sus intereses históricos e inclusive se iba contra ellos de manera radical. En esa forma, finalmente, el pacto de unidad sufrió mortal rompimiento y, además, todas las medicinas para componer el entuerto resultaron peor que la enfermedad. El Pacto de Unidad quedó desintegrado por el alejamiento de dos poderosas clases sociales y, a lo más, manteniendo en sus filas a sectores débiles y vacilantes que se inclinan por el sol que nace. Entre tanto los pedidos de unidad se los llevó el viento, así terminó la luna de miel y colapsó el casamiento que originó al gobierno al que solo le queda por utilizar el bonapartismo (sin Bonapartes) y recursos poco menos que desesperados.