Un país emocionante

Aquellos que no somos fanáticos reconocemos que no vivimos en el mejor de los países del mundo y ni siquiera de América Latina, por mucho que algunos fanáticos se empeñen en hacernos creer que crecemos más que cualquier otro país del subcontinente americano. Tampoco llevados por nuestro patriotismo delirante vamos a proclamar que nuestro presidente Evo Morales es el mejor futbolista que hubiera producido nuestro continente, ni que el Palacio Real de la plaza Murillo sea el laboratorio que semanalmente reúna a los más sabios y virtuosos ministros y viceministros del planeta Tierra.

Todas esas consideraciones fueron elaboradas en una larga y semi profunda conversación analítica con mi colaboradora periodística, a quien considero una inteligente interlocutora.

Hasta que al fin llegamos a la conclusión casi irrefutable de que vivimos todos en un país emocionante. En efecto, nuestro país al comenzar esta semana vive pendiente de un hilo, porque pende sobre nuestras cabezas la amenaza de las cooperativas de Bolivia de salir nuevamente a bloquear todos los caminos si el Gobierno no accede a sus peticiones y no libera de la cárcel a quienes se enfrentaron a miembros de la Policía boliviana.

Las características de esos choques estremecen a todos los ciudadanos que viajan por nuestras carreteras y el temor es mayor si esos miles de cooperativistas deciden luchar utilizando la dinamita en los caminos y calles de nuestras ciudades. “Vivimos en un país emocionante”, dijo Macacha, para luego preguntarme… “¿Cómo defenderse frente a un explosivo manejado por hombres de naturaleza ruda y temeraria?”.

Así comienza esta semana en este nuestro país, calificado como “emocionante”, aunque en el fondo no es otra cosa que una república pobre y desorganizada, en cuyo mando se encuentran algunos ciudadanos de buena fe e ideales limpios, mezclados con otros de conciencia provecta e insaciables en su afán de ser amos y señores del oro y de todo lo que brilla.

De éstas y otras cosas hablamos con mi discípula periodística, quien como toda valluna prefirió concluir nuestra “kerkeada” aceptando con alegría que ambos hemos nacido y vivimos en un país emocionante, donde hoy y mañana o tal vez pasado mañana estaremos corriendo por calles y caminos, escapando de un cachorro de dinamita cerquita de nuestros tafanarios.