Cartas desde el viejo mundo
Julio E. Salas Benavides
Londres.- En los meses de julio y agosto, miles de personas en el Reino Unido se alistan para sus vacaciones y preparan sus autos y caravanas con destino hacia la costa portuaria de Dover, donde abordarán enormes barcos transbordadores (ferries) y cruzarán el Canal de la Mancha con destino al puerto francés de Calais y después proseguir a diferentes partes de Europa. Muchos prefieren cruzar el canal en el Eurotunnel, que es una proeza de ingeniería de 50 kilómetros, con trenes de pasajeros (Eurostar) de alta velocidad que cruzan el Canal de la Mancha por debajo del mar.
Como de costumbre, yo y toda mi familia nos unimos a ese éxodo para disfrutar del sol mediterráneo, en el sur de Francia, aunque este año y según las estadísticas, el flujo de turistas ingleses bajó notablemente, debido a los constantes atentados terroristas que están azotando a toda Europa, pero en especial a Francia.
Es remarcable que a pesar de estos ataques, el espíritu galo sigue siendo perdurable, aunque las constantes atentados, amenazas y el obvio desplazamiento de fuerzas de seguridad, es algo que posiblemente esté cambiando el carácter de este hermoso país.
Llegó el final de mi vacación y estoy de vuelta, después de excelentes vacaciones. Me siento afortunado en muchos aspectos, pero el cuadro apocalíptico del que fui testigo a mi regreso a Inglaterra me dejó muy triste, porque no puedo cerrar los ojos o darme la vuelta ante una verdadera catástrofe, de 6.000 seres humanos, entre ellos mujeres, niños, jóvenes y viejos, que viven con una angustia y desesperación inaceptable en estos tiempos modernos.
Me refiero a la masa humana que vi a mi retorno a Inglaterra, en el lugar llamado la Jungla, un campamento miserable o más bien una villa miseria gigante, cerca del puerto de Calais, donde refugiados sirios eritreos, sudaneses, iraquíes y afganos pasan una vida miserable.
Todos los caminos que conducen hacia el puerto y todas las zonas para poder cruzar el mar son fortines casi inexpugnables. Unos 25 kilómetros de vallas metálicas, con concertinas incluidas, rodean el puerto a donde llegan los ferris y el eurotúnel, todo esto para evitar una mayor invasión de estos refugiados al área portuaria de Calais.
La Jungla es una fosa negra en el corazón del mundo y de Europa, estos refugiados invirtieron toda lo que tenían para llegar a este puerto, con la esperanza de cruzar el Canal de la Mancha hacia el Reino Unido. En este verano fueron 1.500 los intentos de cruzar el canal desde Calais, ya sea trepando camiones, intentando cruzar en pequeños botes y hasta tratando de caminar y forzar su huida por el túnel ferroviario, muchos también trataron de cruzar nadando. Estos emigrantes desesperados se juegan la vida cada día para llegar al Reino Unido.
Los políticos locales, en especial el líder derechista Marien Le Pen, anunció que Calais es una ciudad asediada y mucha gente del área hace eco a estas declaraciones. Se quejan de que la economía en general, en especial la turística, está casi en ruinas. Se quejan también de que los refugiados bloquean los camiones, ocupan casas vacías, apedrean coches y al final no respetan nada.
El Gobierno francés ha reaccionado con celeridad ante la crisis de los refugiados y ha asegurado que dará cobijo a 24.000 en dos años. En Calais, sin embargo, la situación sigue siendo muy difícil, ya que lo único que se sabe con certeza es que estos refugiados no quieren volver a lugares de donde emigraron.
Julio Salas es boliviano, residente en Londres.
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