Bolivia ha sido sacudida nuevamente por hechos virulentos. Sus protagonistas fueron los cooperativistas mineros, quienes pusieron en vilo la paz y seguridad nacionales. Se extralimitaron en sus medidas de presión. Sembraron el caos, la zozobra e incertidumbre, al extremo que vejaron y humillaron a los integrantes de la institución del verde olivo.
Fuera de nuestras fronteras seguramente pensaron que los bolivianos nos trenzábamos a dinamitazos. Y el enemigo de siempre, con quien tenemos dos demandas pendientes en La Haya, se habría reído a mandíbula batiente, al anoticiarse de tales hechos. Pues nosotros hacemos lo propio cada vez que Michelle Bachelet Jeria pierde popularidad o cuando sus estudiantes solen a calles y plazas en protesta contra el Gobierno chileno.
Los cooperativistas mineros han ofrecido, sin duda, un triste espectáculo con sus bloqueos y detonaciones de dinamitas. Quizá pensaron en sentar un precedente para que otros sectores sociales continúen manipulando artefactos explosivos en el futuro. Pero lo cierto es que el repudio ciudadano fue terminante.
Mineros no cooperativistas como Natalio Mamani, de Milluni, utilizaron la dinamita, en la década del 50 del siglo pasado, para lograr cambios profundos en el país, para generar divisas a favor del erario nacional. Es que el estaño ha sido, hasta hace poco, la columna vertebral de la economía boliviana. En consecuencia no utilizaron la dinamita para defender intereses mezquinos ni para intimidar a la ciudadanía.
Desgraciadamente los sectores sociales cooperativistas creen ser dueños de los recursos naturales, no renovables, del país. Creen ser dueños de Bolivia. Por lo tanto creen haber adquirido derechos para hacer y deshacer este jirón patrio. No piensan ni remotamente en los intereses del conjunto nacional sino en los intereses de grupo o personales.
En el país parece que la fuerza es capaz de doblegar a la razón. Inclusive puede violentar la norma y vulnerar los Derechos Humanos. Es increíble, pero cierto.
En suma: los intereses del conjunto nacional deberían ser priorizados ahora más que nunca. ¡Nadie es dueño del país!
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