El histórico juicio político que puede destituir la semana próxima a la presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, comenzó ayer con escándalos, gritos y acusaciones entre los senadores, lo que potenció el dramático tono con el que la clase política afronta la grave crisis institucional que vive el país.
“A partir de hoy cada senador se convierte en un juez que deberá actuar conforme a su conciencia sin tener en cuenta preceptos ideológicos o partidarios”, dijo al abrir los trabajos el presidente del Supremo Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski.
Por otro lado, la defensa de la Presidenta denunció que sus derechos son entorpecidos y miembros del Partido de los Trabajadores (PT) denuncian presión de Michel Temer.