Escuela anti imperialista

El actual régimen de gobierno de los movimientos sociales, en sus erráticas políticas de administración del Estado boliviano, hace unos días inauguró las actividades de una escuela anti imperialista, destinada a los oficiales de las Fuerzas Armadas y seguramente de algunos países latinoamericanos (Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador) que todavía subsisten en regímenes del populismo de izquierda.

El imperialismo según la doctrina marxista es la última etapa del capitalismo, es decir que los países que han llegado al nivel de imperio deberían pasar históricamente al socialismo-comunista, lo que no ha sucedido en el desarrollo histórico de este sistema en el siglo pasado y en el presente, pues lejos de derrumbarse el capitalismo, se derrumbó en 1989 el socialismo de corte soviético, con el símbolo de la caída del muro de Berlín.

En la historia de la humanidad se dieron varios imperios, como el macedónico, el persa, el imperio romano, etc., que tuvieron como característica la conquista por la fuerza de extensos territorios, incluidos sus habitantes, a los que les impusieron su cultura y poder. Todos esos imperios desaparecieron, pues no hay nada eterno en el mundo.

En los recientes siglos pasados se erigieron varios imperios, como el de España, Inglaterra etc., éste último duró hasta la Segunda Guerra Mundial. Concluida ésta, quedaron en el mundo dos superpotencias que habían sido aliadas para derrotar a los países del “Eje”, el lado democrático liberal, liderado por los Estados Unidos, y en el lado socialista comunista la extinta Unión Soviética, que se enfrentaron en la Guerra fría, hasta el derrumbe de ésta última.

En su tiempo ambas fueron tildadas de imperialismo capitalista una, e imperialismo soviético la otra, pues en su confrontación pugnaban por expandir su poder en los países del mundo, en muchos casos de forma cruenta, habiendo llegado a una suerte de equilibrio, con el acuerdo de la “convivencia pacífica”.

En este tiempo del Siglo XXI denominado la “era del conocimiento”, el poder de la primera potencia del orbe ya no es ocupando territorios o imponiendo regímenes de gobierno afines a su ideología, sino a través de la ciencia y tecnología, es decir la capacidad de desarrollar ciencia y técnica que luego se vende en todo el mundo y, por supuesto, alguna de éstas, por su carácter estratégico para su seguridad, se guarda solo para ella.

Los países que no tienen la capacidad de crear ciencia y tecnología, de innovar y cambiar sus patrones de vida y cultura, están destinados a ser meros consumidores de esa ciencia y técnica, pero a permanecer en estado de atraso, no solo económico y social, sino científico y tecnológico.

Los discursos anti imperialistas, de corte revolucionario socialista, quedaron en el pasado siglo, en la década de los años setenta, cuando los jóvenes mayoritariamente creían que se podía cambiar el mundo mediante la revolución de corte socialista, pero la “real política” del mundo echó al traste esas posturas idealistas, es decir que la realidad venció a la utopía, y el mundo de este tiempo se desarrolla ya no fijado a estereotipos ideológicos inconmovibles, sino a la globalización práctica, que ha echado por tierra a los dogmatismos de derecha e izquierda.

La democracia como sistema de gobierno y vida de un Estado es el camino al futuro promisor, donde el talento, los conocimientos científicos y tecnológicos, harán posible el verdadero cambio de las sociedades, con rumbo promisorio.

Por ello, nos preocupa el discurso del Presidente del Estado Plurinacional en la inauguración de la tal escuela anti imperialista, en el que sentenció que “no comulga con la democracia liberal”, que es la única democracia que existe, pues las otras democracias no lo son, y parece una herejía que gobernantes autócratas hablen de democracia. Esa misma tendencia la expresó el señor Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, en el homenaje al comandante Hugo Chávez, hace unos meses en Caracas. Francis Fukuyama lo sentenció en su libro “El fin de la Historia”, “No hay democracia sin demócratas”.

Qué bueno hubiera sido que en vez de crear una escuela anti imperialista, se hubiera creado una escuela de agronomía, como la Zamorano en Centro América o Chapingo en México, que por su nivel de excelencia académica son un referente académico en estas disciplinas que tienen que ver con la producción de alimentos.

El autor es abogado y politólogo.