[Alejandro Mallea]

La verdad aunque duela

¿Vale la pena gobernar con odio?


No podemos ignorar que los bolivianos han vivido el odio de la “oligarquía” en el periodo 1899-1952, siendo abanderados entonces Gabriel René Moreno, José Manuel Pando, Bautista Saavedra y otros, quienes han vertido una serie de adjetivos contra el indígena boliviano. Ante ese panorama, el indianista Fausto Reinaga aglutina a oligarcas, cholos y mestizos, para decir: “Los indios necesitan una prueba de fuego. Hay que golpear su cabeza y su conciencia hasta que se convierta en un volcán, vomitando océanos de odio por 500 años de sometimiento. El indígena tiene que rugir como un león, hasta desatar la tempestad que hará polvo a esta sociedad corrupta, mentirosa y criminal…”. Añade que el indígena no debe combatir al imperialismo, sino al “cholaje nacional, mestizo-blanco u occidentalizado, que nos domina y bestializa”. Para la ley colonial, “el mestizo es un ávido de la infamia”. (Del libro La Revolución India, 1969).

Transcurrido el tiempo, el odio ha signado la vida de los bolivianos. Desde 2005, un caudillo ha sido el principal vocero y sembrador de odio en la sociedad boliviana, usando y abusando de los medios de comunicación pública y privada, dentro y fuera del país. Sus seguidores y funcionarios públicos con y sin profesión, son los encargados de aplicar diariamente dosis de odio en su entorno. El odio puro, generado efusivamente desde las oficinas de la Presidencia y Vicepresidencia, es dispersado en forma de consigna a todos los altos cargos públicos, no solo ha separado a oficialistas de opositores, sino a padres e hijos, hermanos, amigos, colegas y compañeros de trabajo, hasta niveles de muy difícil reconciliación. Ejemplos de ello son los asesinados en el Hotel Las Américas, la represión a originarios del TIPNIS, a los discapacitados y recientemente a cooperativistas mineros (conflicto con muertos).

Peor aún, el odio invadió a muchos que se dedican al narcotráfico y delincuencia, no solo trafican, roban, asaltan o secuestran, sino que violan, hieren y asesinan a gente inocente e indefensa, mostrando desprecio por la vida humana. Cada día ocurren crímenes por odio y venganza. De todo ello saben los gobernantes y el ciudadano está consciente de que la justicia es maniobrada por los palaciegos, en especial cuando se trata de aniquilar al que piensa diferente o ha ofendido a algún jerarca. Trato preferencial reciben los acólitos que cometen delitos de “mini corrupción”, es decir por debajo de 10 millones de dólares.

De la mano del socialismo Siglo XXI, repleto de odio, el “estadista” plurinacional repite: “La culpa de lo que nos pasa no es nunca nuestra, somos pobres por culpa de ellos. Siempre hay alguien, un país, una empresa, una persona, responsable de nuestra suerte”. Les encanta ser ineptos con buena conciencia. Les da placer morboso victimizarse por cualquier suceso. Practican un masoquismo imaginario, les encanta culpar a algún malvado por nuestras carencias. A raíz de ello han creado la Escuela Antiimperialista de Evo Morales, quien en la inauguración dijo: “Con esta escuela queremos “construir” un pensamiento anticolonial y anticapitalista que vincule a las FFAA con los movimientos sociales y así contrarrestar la influencia de la Escuela de las Américas (EEUU), donde siempre han maltratado a los indígenas”. En conclusión, el mandatario plurinacional busca formar militares “antiimperialistas”.

Pero el pensamiento, señor Presidente, no se construye, nace de la experiencia o el recuerdo vivido. Es vital entender que un razonamiento con base en experiencias, moldea la existencia del humano. Por mucho poder y odio que ostente, no denigre al pueblo, ni conculque la libertad de pensamiento de los bolivianos. No se le ocurra por rabia u odio crear la Escuela Anti chilena, respete su palabra de ser pacifista.

Próximo a 11 años de usufructo del poder y del dinero del pueblo, manejando a su antojo cuantioso dinero ajeno, al Presidente cabe preguntarle: ¿vale la pena vivir y gobernar con tanto odio?, es decir ¿con tanto miedo a perder el poder y el dinero?

Usted más que nadie sabe que toda gestión se mide por los resultados, por el saldo costo-beneficio, no por los discursos, peor aún si éstos son de falacias comprobadas. La Bolivia que tenemos hoy es resultado de una gestión de odio, ello se refleja en los discursos oficiales, ofensivos e injuriosos, en las persecuciones y acoso a empresarios, críticos, periodistas, Iglesia y ciudadanos de a pie, en las listas negras, en las decisiones judiciales con maltrato, en la ineficiencia gubernamental pese a cuantiosos recursos despilfarrados, en el deterioro de las ciudades y las vías, en la peligrosidad en todas partes y a toda hora, en la desmejorada calidad de los servicios públicos, especialmente salud, educación, transporte, suministro de agua, etc.

Odian a su país quienes contrabandean coca, combustible, oro, madera, castaña, alimentos de primera necesidad y otras cosas hacia países vecinos y los funcionarios cómplices que se llenan los bolsillos.

Bolivia seguirá existiendo más allá de las generaciones actuales, desterremos el odio para avanzar. Ya vimos que con dinero y poder no basta.

El autor es docente universitario.

almamor2003@hotmail.com

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