Los antagonismos de una tragedia


 

El pueblo boliviano acaba de atravesar uno de los episodios políticos más trágicos de la última década, al observar los sucesos de Mantecani, Sayari y Panduro, protagonizados por fuerzas de represión del gobierno y trabajadores cooperativistas mineros, fuerzas enfrentadas con armas de diverso tipo y que determinaron la muerte de tres trabajadores y una alta autoridad de gobierno.

El trágico acto final ocurrido en Panduro la semana pasada no fue menos doloroso que los ocurridos en Huanuni Chaparina, Caranavi, Santa Cruz y otros de no menor magnitud y que, a su tiempo, causaron numerosas bajas que enlutaron a la familia boliviana, en especial de sectores pobres, hechos que, además, no han sido esclarecidos, esperándose, sin embargo, que las investigaciones permitan conocer no solo el origen y desarrollo de esos acontecimientos, sino también las causas que los provocaron.

El reciente suceso antagónico de Panduro constituyó la crónica de una tragedia anunciada. A partir de la reforma de una ley, se desató una serie de efectos que, al mismo tiempo de constituirse en causas, derivaron en un torrente incontenible de violencia que culminó con acciones bélicas, aunque, al parecer, el círculo vicioso todavía no ha llegado a su conclusión y, más bien, estaría abriendo un nuevo ciclo de hechos imprevisibles.

Como primera obligación para evitar la repetición de dramas como el ocurrido en Panduro -del que tenemos conocimiento directo con no poca preocupación-, lo que se debería hacer es identificar las causas de fondo que originaron el suceso. Esa identificación deberá comprender aspectos históricos, económicos, políticos, etc., única forma de encontrar las causas que determinaron la violencia. Esa tarea no deberá, por supuesto, limitarse a considerar los efectos que a nada conducen. No se debe olvidar que no hay efecto sin causa y que, de acuerdo con el dicho popular, “los árboles no dejan ver el bosque”.

Sin lugar a duda, tras el suceso entre gobierno y cooperativistas existen causas de fondo, cuyo conocimiento no solo permitirá dar con los culpables del hecho de violencia, sino también con los autores intelectuales. Más aún, se podrá descubrir las causas históricas y políticas que originaron la tragedia y el luto. Esa será, por una parte, la forma de descubrir los orígenes de esa situación y, por otra, servirá para corregir errores, encontrar el camino correcto para recuperar la tranquilidad social tan profundamente alterada.

Ese análisis del antagonismo (y no solo contradicción) deberá ser objeto de opinión de todo el pueblo boliviano y no únicamente de la clase política gobernante. Deberán participar en él partidos políticos, intelectuales, periodistas y población en general, de tal forma de encontrar los orígenes del problema. Sin embargo, esa noble tarea solamente podrá producirse con la práctica irrestricta de la libertad en general y de las libertades de prensa, opinión e información en particular, cuyas limitaciones impiden ver la luz y encontrar la verdad.

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