Permanentemente nos jactamos de que vivimos un proceso de cambio, de que nuestra economía es la más sólida de la región, de que hemos reducido la extrema pobreza y el analfabetismo, de que rige la inclusión social.
Pero en materia de política internacional tenemos aún mucho que trabajar. Deponiendo actitudes politizadas que ahuyentan toda señal de paz, amistad y cooperación, que dividen las mentes y los corazones, que enemistan a los integrantes del continente y el mundo. Por consiguiente desvirtúan los propósitos integracionistas.
Bolivia siempre ha sido un país amistoso y así lo corroboran los tratados que asumió con naciones cercanas y lejanas desde 1825 a la fecha. Desde los tiempos de Bolívar a los tiempos de Morales. Así se inscribe nuestra voluntad y predisposición política para ensanchar los horizontes de la diplomacia boliviana. El objetivo fue lograr la unidad a fin de promover el esfuerzo mancomunado con miras a acelerar el desarrollo tan anhelado.
Bolivia “no es un país, sino un problema”, se dijo a principios del 40 del siglo pasado. Véase “El Drama de América Latina”, de John Gunther, Editorial Claridad, 1942, pág. 212.
Con esa terminología, que raya con el desdén, se referían al país fuera de nuestras fronteras. Bolivia, empero, jamás ha sido un problema sino un país en permanente movilización, en pos de mejores días. En la búsqueda del cambio que forja bienestar con justicia social. Hoy continúa movilizada tratando de exportar sus materias primas con valor agregado. En consecuencia Bolivia es un país, y de ninguna manera un problema. De ello está consciente, ahora más que nunca, la comunidad internacional.
En el entendido de que la diplomacia es el arte de la negociación, debiéramos, en lo posible, procurar el acercamiento con aquellos países con los que no tenemos la posibilidad de cultivar amistad, en la histórica perspectiva de encauzar las soluciones, mediatas e inmediatas, a los problemas comunes, sin intromisión política alguna.
Tarde o temprano, pese a quien pesare, Bolivia y aquellos países abordarán la mesa de la negociación, con el propósito fundamental de tratar el intercambio económico, comercial, cultural, etc… Entonces se limarán asperezas, en el contexto de la diplomacia, con el afán de preservar la paz y la buena armonía entre las naciones.
En suma: tenemos por delante muchas tareas que encarar y por lo tanto se impone la necesidad de abrir las puertas de la diplomacia boliviana a otros países.
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