“El Alto Perú será libre porque Cochabamba quiere que lo sea”.
Las “Heroinas de la Coronilla”. !Si no hay hombres para defender nuestra tierra, aquí estamos nosotras! Un grupo de mujeres valientes salieron a oponerse con palos y cuchillos el ingreso de las tropas españolas la ciudad de Cochabamba, 27 de mayo de 1812.
La guerra de la independencia fue cruenta y difícil, no solo por los aguerridos y experimentados ejércitos realistas que se le oponían, sino, en la mayoría de los casos por la despiadada represión con que hombres como Goyeneche ahogaron en sangre el fervor libertario de los insurgentes. Pero una guerra así, tan desigual, en que niños, ancianos y mujeres (el caso de las Heroínas de la Coronilla en Cochabamba) se enrolaron a la causa de los patriotas, no podía menos que triunfar.
Transcurrido un año de los sangrientos sucesos de La Paz, (16 de julio de 1809) donde los insurrectos a la cabeza de Murillo sufrieron la pena capital de la horca, el 14 de septiembre de 1810, Cochabamba se levantó en armas contra la opresión y la tiranía española declarándose libre e independiente del Virreinato de Lima.
Los patriotas que se habían organizado en Punata, Tarata y Cliza, bajo el mando de Esteban Arze y Melchor Guzmán Quitón, toma-ron por sorpresa los cuarteles realistas de la caballería española al grito de ¡Viva la Patria! y se organizó un Cabildo Abierto en la plaza de armas que luego de deliberar se decidió reconocer a la Junta de Buenos Aires constituida a raíz de la revolución del 25 de mayo de 1810 y puesta bajo la presidencia del potosino Cornelio Saavedra, jurando acata-miento y lealtad luego de deponer al Gobernador Intendente José Gonzáles Prada, quien salió rápidamente de la ciudad con rumbo al Perú.
En el Cabildo también se organizó la Junta de Guerra presidida por el teniente coronel Francisco Del Rivero, el capitán Esteban Arze y el alférez Melchor Guzmán Quitón, el cura Juan Bautista Oquendo, Isidoro Marzana, Antonio Allende, Bartolomé Guzmán y otros miembros notables del vecindario, que designaron a Del Rivero como Jefe Político de la Revolución y a Esteban Arze como Jefe de Armas.
El cura y orador Juan Bautista Oquendo lanzó un encendido discurso:
“Valerosos ciudadanos de Cochabamba. . . Yo creo que aspiráis a mayores glorias; vuestra fuerza rendirá la máquina que todavía sostienen en vuestras comarcas los enemigos del Estado y de la patria; esa vigilancia con que acumuláis vuestras tropas, esa unidad de sentimientos con que a pesar de la pintura que hace Cañete de los americanos, detestáis el egoísmo y queréis sostener con una pasmosa rivalidad los derechos de la patria y del Estado, es el más convincente argumento que en vosotros no se halla más que un sólo pensamiento y un solo deber. pero lo que más engrandece vuestra patria es la piedad y religión con que habéis procedido; de ella han nacido la paz y la tranquilidad que hacéis gozar a la patria en los mismos días en que podían verse la turbación y el desorden; y aunque este rasgo de tanto honor más bien debía excitarme al aplauso, no obstante, quiero en tercer lugar encargaros que en adelante sea vuestro procedimiento conforme a la santísima ley que profesáis: esos nuestros hermanos europeos, que vulgarmente llamáis chapetones” lejos de padecer algún insulto sean el primer objeto de vuestro cariño: Ahora es tiempo que resplandezca el carácter americano, de no perjudi-car jamás a vuestro prójimo y de no tomar venganza de las injurias personales; mani-festad en todo vuestro porte, la nobleza de vuestras almas y la generosidad de vuestros corazones; no manchéis vuestras manos con la sangre de vuestros hermanos, y al mismo tiempo que vais a fomentar la guerra más justa contra vuestros enemigos, dad la paz más dulce a vuestra fuerte y valerosa patria”.
Luego la multitud recorrió las calles de la ciudad gritando ¡Mueran los chapetones! ¡Vi-va Fernando VII! ¡Viva el Cabildo! Las cam-panas también repicaron a rebato en muestra de júbilo por este importante acontecimiento que vivía la ciudad de Cochabamba.
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