¿Que se mueran los hombres?

Se han puesto de moda algunas corrientes feministas que no solo hacen alarde de odiar a los hombres, sino que además detestan a las mujeres bonitas, a las que son femeninas. Piensan esas personas del ultra feminismo que los hombres deberían desaparecer de la faz de la tierra y que las mujeres delicadas, hermosas, que cuidan su apariencia, lo hacen para complacer la rapacidad sexual masculina y que, por tanto, son despreciables.

Que el hombre ha sido torpe y abusivo con la mujer es cierto; antes, seguramente, mucho peor que hoy. En el reino animal se ha dado ese fenómeno, porque el macho, al ser físicamente más fuerte siempre sometió a la hembra. El león macho como el cocodrilo, come antes que la hembra y la posee cuando tiene ganas. Seguramente que en la prehistoria el hombre de las cavernas hacía eso y más. Pero aquello, con la evolución cultural, ha dejado de ser y hoy ambos “géneros” están probablemente en igualdad de condiciones y de oportunidades.

¿Entonces, qué es lo que desean las agrupaciones feministas? ¿Que se mueran los hombres? Si no fuera porque la ausencia de machos significaría la desaparición de la especie humana, habría mujeres que desearían que eso sucediera. O que todos los hombres estuvieran encerrados en cavernas para liberarlos una vez al mes y que salgan a procrear durante un día. Cumplida su labor de reproductores, que volvieran a las cuevas para no verlos hasta la siguiente sesión.

Los abusivos y “femenicidas” tienen que ser duramente castigados de acuerdo con la ley; de eso no cabe duda. Donde aparece el absurdo y el mal gusto es en aquellas mujeres que, en su afán de protestar contra el machismo porque han tenido alguna mala experiencia sentimental o en el hogar, se afean a propósito para demostrar que el hombre no les importa. Engordan, se rapan, proclaman su lesbianismo, como si de esa manera castigaran a los machos cuando las que se hacen daño son ellas mismas.

Nada se ha creado sobre la superficie de la tierra que sea más bello que la mujer. Y nada se creará jamás. El hombre tiene que admirarla y amarla. Eso no significa que deba ser su protector y su custodio permanente porque sería quitarle su libertad. Pero la mujer nunca debe dejar de lado su esencia femenina por tratar de estar a la par con el hombre en las tareas cotidianas, es decir que no debe convertirse en hombruna. Tiene que ser, dentro de lo posible, cuidadosa de su apariencia, atractiva, quererse a sí misma, y no perder su carácter de madre y esposa.