Cartas
Señor Director:
En septiembre todas las iglesias cristianas: católica, ortodoxa y evangélica, celebramos el mes de la Biblia, conmemorando al más grande biblista de todos los tiempos, San Jerónimo, que tradujo la Biblia del hebreo al latín, llamada la Vulgata. Esa traducción hecha para el pueblo fue la versión oficial para todos los estados de la iglesia católica durante 15 siglos.
San Jerónimo es considerado como el hombre elegido para explicar y hacer entender mejor la palabra de Dios, por lo que fue nombrado patrono de todas las traducciones dedicadas a hacer entender la salvación y el amor y la paz que vienen de Dios creador. La Biblia es un libro complejo, pero su mensaje es sencillo. Estudiar en detalle los textos nos da la sabiduría que contiene y ocupa toda una vida, para aprender a vivir sabiamente y educar para la buena conducta de la familia e hijos y en toda la comunidad.
La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la iglesia en el mundo, es el alma de la teología y de la predicción pastoral. Desconocer la escritura es desconocer a Cristo. La Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de su fe a la Biblia, que tiene a la traducción con fidelidad para estudio, reflexión y meditación, para así obrar a favor de los demás.
La Biblia fue inspirada por Dios y escrita por muchas personas que nos transmiten inmutablemente la palabra divina. Los lectores asiduos recobran el ánimo para reconocer por medio de su lectura nuestra verdadera vocación y el camino a seguir como verdaderos creyentes en este año que celebramos la misericordia de Dios.
La palabra de Dios ilumina nuestra oscuridad, es la luz que orienta a los extraviados, descarriados y a los peregrinos que somos en esta vida. Como cristianos no queremos separarnos de los anhelos que brotan de nuestra naturaleza humana, de la fe, ya que la revelación nos ilumina, nos prepara para toda obra social buena. Comprendemos que esa inquietud interna, que nace de nuestra vocación para la plenitud y la felicidad proviene del maravilloso designio del creador, que fundamenta nuestra existencia. Aprendamos el hábito de la lectura de la Biblia, que no haya obstáculo para su lectura y comprensión, para la meditación sobre la palabra eterna y divina.
David Espejo O.F.S.
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