Cuando el gobierno dispuso en mayo pasado que los sectores sociales “podían utilizar la dinamita”, surgió alarma en la población, preocupación y miedo por lo que la disposición significaba: inseguridad para todos, peligro para quienes estén en sitios aledaños a las explosiones; grave riesgo para quienes manipulaban los cartuchos; temor a que sea un medio de amenaza para el logro de determinados objetivos que personas especialmente en estado de ebriedad exijan; grave peligro para quienes asistían a fiestas folclóricas o religiosas en que proliferan los petardos porque se dice que “realzan la festividad” que se recuerda o celebra; en fin, los peligros que entraña la posesión de estos explosivos es infinita.
El gobierno -aunque ya hubo tres disposiciones para su uso o no- ha decidido, ante las experiencias de personas que por manipular la dinamita han sufrido graves heridas, pérdidas de manos o brazos y hasta han muerto, la supresión de la autorización irresponsable que permitía el uso de dinamita que, en todo caso, debe ser debidamente controlada en sitios en que su uso es necesario como es la minería y la construcción de caminos.
Hay disposiciones que, por más que estén “aprobadas y autorizadas” por alguna autoridad, no convienen ni corresponden a la armonía, la paz y seguridad que debe tener la colectividad en general; usar dinamita en festividades religiosas o efemérides de cualquier naturaleza no es conveniente ni justo; es, desde todo punto de vista, irresponsable y hasta criminal. La venta y el uso de la dinamita deben ser estrictamente controlados por las autoridades y por quienes trabajan en minas y construcción de caminos, puentes y otras obras de infraestructura que requieren la contundencia de esos artefactos para derribar o desmenuzar grandes rocas o sitios en que las vetas de minerales requieren en los socavones.
La dinamita es un instrumento de destrucción y anulación de todo lo que la naturaleza posee y que parece ser indestructible; su uso es permitido en la fabricación de municiones y armas que especialmente las fábricas de armamento utilizan. Muchas veces se tuvo que lamentar, en el mundo entero, que manos irresponsables hayan hecho volar puentes, represas, acueductos, postas sanitarias, edificios, oleoductos y otros bienes de beneficio común.
Así como fue censurable la aprobación del uso indiscriminado, asimismo es plausible que se haya aprobado su prohibición, una prohibición que debería acompañarse de reglamentos muy estrictos y, además, determinar que su uso sea solamente para realizar obras; finalmente, prohibir que los petardos de dinamita sean utilizados en manifestaciones, marchas o festividades religiosas hasta por el ruido que causan y que es perjudicial para la salud especialmente de niños y ancianos que no deben estar expuestos a los excesos de personas irresponsables o de aquellas que al impulso del alcohol cometen todo tipo de faltas y delitos contra ciudades y pueblos.
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