Desde hace unos cuatro años existe en Bolivia una renovada Ley de Inversiones, pero hasta ahora carece de Reglamento, por tanto no se la ejecuta. Tal vez a la burocracia le parezca intrascendente elaborar o no una reglamentación más, pero causa extrañeza que las autoridades pertinentes no se empeñen en cumplir su gestión de la manera más amplia y principalmente que se hallen incentivadas por los apremios de este tiempo.
Los bolivianos son muy indiferentes a la industrialización. El territorio nacional es muy extenso y todos sus espacios producen diversidad de lo que habitualmente se identifica como materia prima. Pero no la aprovechan como germen de su industrialización. De esta manera, la mayor parte de las veces el producto tiene alguna utilidad o provecho, pero se pierde de vista que puede ser multiplicado a través de la industrialización. En casos, incluso, no solo para elaborar un producto, sino otros más. Pues la naturaleza no tiene finitud.
Las noticias que en estos días se está divulgando no son alentadoras para mantener el statu quo, sino más bien para impulsar la búsqueda de nuevos logros y, por tanto diversificar la producción del país. La minería y los hidrocarburos han dado ya mucho a la vida nacional, ahora es tiempo de encontrar otros recursos naturales propicios para la industrialización.
Alfredo Seoane, magíster en Economía y Política Internacional, además de PHD en Ciencias del Desarrollo, acaba de publicar el importante libro “Industrialización tardía y progreso técnico. Un acercamiento teórico-histórico al proyecto desarrollista boliviano”, el cual por la extraordinaria autoridad profesional de su autor debería constituirse, poco menos, en la biblia de quienes tienen espíritu emprendedor y, a la vez, las posibilidades financieras necesarias, aunque esto último tiene siempre opciones de ser conseguido a través de las asociaciones empresariales.
Al respecto, se debe tener siempre en cuenta que la riqueza alcanzada por los Estados Unidos no solo fue resultado del emprendimiento personal, sino más bien y principalmente, de las sociedades, que pueden empezar a ser bipersonales, pero que pronto pueden constituirse en asociaciones mayores, esto es en consorcios y corporaciones mayores.
Seoane plantea que hay que reconsiderar la asociación como alternativa para superar el atraso persistente de la economía boliviana, que se expresa como estancamiento en la productividad, lo que, a su vez, se relaciona con la precariedad del empleo y de los ingresos generales y sociales.
El investigador concretamente propone la hipótesis según la cual “la agenda de transformaciones productivas que se planteó como proyecto nacional no se viabilizó en la reciente coyuntura de bonanza, en la que se superaron las restricciones de divisas y de ahorro, debido a que no existía una visión estratégica que impulsara un proceso socio-estatal de cambio de instituciones y políticas públicas que, mediante inversiones y desarrollo institucional, fueran conductivas al desarrollo industrial y el progreso técnico”.
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