El papa Francisco, junto a líderes de diversas religiones del mundo en la clausura de la cumbre interreligiosa de Asís, rechazó ayer el uso de la violencia en nombre de la religión, afirmando que esto supone su deformación y “contribuye a su destrucción”.
“Reunidos aquí una vez más, afirmamos que quien utiliza la religión para fomentar la violencia contradice su inspiración más auténtica y profunda, que ninguna forma de violencia representa la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción”, puntualizó.
Francisco criticó la utilización del “nombre de Dios para justificar la violencia” y subrayó que “solo la paz es santa y no la guerra”.
A su juicio, las sociedades actuales sufren una “gran enfermedad” que es “la indiferencia”, un virus –dijo– que “paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.
Para poner fin a los conflictos y a las tensiones es necesario poner “en el primer lugar a los que sufren” y afrontar las situaciones “desde dentro”.