El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se despidió ayer de los líderes mundiales con su discurso más duro, criticando la actitud de muchos, acusando a algunos de tener “sangre en las manos” y reclamando reformas para evitar que algunos países sigan bloqueando acciones internacionales.
Ban, que dejará el cargo a final de año, aprovechó su último discurso ante la Asamblea General para mostrar directamente su descontento a buena parte de los jefes de Estado y de Gobierno del planeta.
Con un lenguaje inusualmente contundente, criticó también a las potencias que “siguen alimentando la maquinaria de guerra” en Siria y que tienen “sangre en sus manos”.