A la par del notorio desarrollo capitalista en las zonas urbanas, el sistema capitalista avanza en las áreas agrícolas indígena-campesinas en todas las regiones rurales del país, en forma poco menos que arrolladora y con todas sus características objetivas. Se trata, por supuesto, de uno de los resultados de la reforma de 1953, así como es fruto de disposiciones económicas dictadas desde entonces. Es de remarcar que ese progreso económico-político capitalista se produce pese a los grandes frenos y escollos feudales que existen y cuya existencia es prolongada y garantizada por disposiciones legales dictadas en decenios recientes.
En forma concreta, ese capitalismo en la población-indígena campesina se manifiesta, entre otros, en la descomposición del campesinado. En efecto, desde la reforma de 1953, los campesinos dotados de tierra en propiedad fueron pasando a la explotación del trabajo pagado en salario, sistema que adquirió gran difusión y creciente velocidad. El antiguo sistema basado en el colonato y el pongueaje se vio sustituido por la explotación asalariada. Finalmente, el campesinado se dividió en un sector de pequeños hacendados y otro de obreros indígenas, lo cual significa el dominio del capital en la agricultura, aunque éste no puede avanzar a niveles superiores por los grandes resabios comunitaristas y feudales que perviven y son conservados por la ideología populista oficial.
Se debe destacar que ese populismo tiene contenido económico y es, a la vez, producto de una economía mercantil que pasa difícilmente a la economía monetaria y con frecuencia añora el pasado. Sin embargo, de todas maneras, ese capitalismo indígena es muy vigoroso y busca su libertad, así los campesinos no sufren tanto de capitalismo, como por falta de capitalismo.
Esa descomposición de la población rural se expresa en las más diversas formas, como el caso de la reducción de la población rural del país, que bajó en 50 años, del 75 al 30 por ciento y, al mismo tiempo, confirma que la división entre campesinos pudientes y campesinos pobres sin tierra, es inevitable. Al respecto, lo que se debe pedir es que este capitalismo sea liberado de toda clase de escollos y romper con los frenos que se le oponen.
Otra prueba específica del avance de este capitalismo indígena se da en el caso de que la tierra pasó a constituirse en mercancía, adquiere precio, entra en la circulación de mercancías, se vende y se compra. Ese comercio es cada vez más intenso y generalizado y se produce pese a la prohibición constitucional de compra-venta de tierras parcelarias, medida antidemocrática impuesta por el gobierno y que los indígenas, incluyendo los de comunidades originarias, quieren que desaparezca. La prohibición de venta de tierras arrebató a los campesinos-indígenas el derecho de propiedad y determina parálisis de las fuerzas productivas, baja tecnología, ignorancia, etc.
De otro lado, la economía capitalista indígena progresa con los créditos, aunque éstos son usurarios y poco frecuentes, pues, debido a disposiciones legales y constitucionales no pueden democratizarse, porque los bancos no hacen préstamos a los campesinos. De todas maneras, la intensa circulación del dinero en el campo intensifica el capitalismo y así los campesinos ya no son una clase, sino un sector social que se divide en clases diferentes.
Entre otros aspectos de ese desarrollo capitalista (que trata de pasar de extensivo a intensivo) se destaca la forma de organización de los campesinos; pero estas son organizaciones de campesinos “ricos” con tierras y esos “sindicatos” ya no son de campesinos pobres, colonos y pongos, como en tiempos de la reforma agraria (1953) e inclusive en los nuevos “sindicatos” participan ex hacendados. Entre tanto, los campesinos sin tierra están desamparados.
Muchos de los campesinos actuales son en realidad pequeños empresarios capitalistas (en especial los cocaleros) y nacen en ellos ideas políticas, pero como no ven las raíces concretas de su situación, adoptan la idea populista, vale decir que su condición de pequeños productores, (o sea su condición transitoria entre los propietarios y los obreros), origina la incomprensión de las contradicciones de clase social en que viven y entonces aparece en ellos la idea populista, mezcla de aspectos progresistas y puntos de vista absurdos y reaccionarios. Esa ideología confirma, por tanto, otro aspecto del desarrollo capitalista en el área rural indígena-campesino del país, como podrá verse.
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