José A. Fernández Carrasco
En el mundo se generan entre 30 y 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Ordenadores, móviles, impresoras, escáneres o electrodomésticos se acumulan en los vertederos o son exportados a países en desarrollo, donde no existen posibilidades de un tratamiento adecuado. Es un problema ambiental que crece día a día, pero sólo se recicla una décima parte. Sin embargo, la actual tecnología permite reciclar y reutilizar el 90% de estos residuos.
La basura electrónica que producen los países de la UE podría sepultar a una ciudad de tres millones de habitantes bajo un metro de detritus hi-tech. Las consecuencias serían catastróficas. Las sustancias químicas que contienen la mayoría de estos aparatos son liberadas a la atmósfera con el paso del tiempo y pueden provocar graves efectos tanto en la salud humana como en el medio ambiente. El cadmio que contiene una sola pila podría contaminar 600.000 litros de agua. La toxicidad de elementos como éste, el plomo o el mercurio es responsable de problemas respiratorios y cancerígenos, así como deficiencias en el sistema respiratorio. De no adoptar las medidas adecuadas, con el tiempo agravará también los efectos del calentamiento global.
Muchos países pretenden resolver el problema mediante la exportación de la basura electrónica que generan a países como China, India y Argelia. Estados Unidos, el mayor generador de residuos del mundo, exporta el 80% de sus residuos. Argumentan que es una tarea difícil y más costosa. En los países del Norte el reciclaje se realiza en plantas específicas bajo estrictas condiciones que permiten el aprovechamiento de hasta un 90% de la basura tratada. Esto supone más oportunidades que pérdidas económicas. El uso de materiales reciclados ahorra al menos un 60% de la energía necesaria para producir los nuevos.
La reutilización es otra forma de abordar este problema, ya que aumenta la vida útil de los productos y es imprescindible para asimilar el constante aumento del número de aparatos electrónicos que consumimos. Además, por cada aparato recuperado se dejan de producir todos los residuos necesarios para el proceso de fabricación: 1.500 kilogramos para un ordenador, 298 para una cafetera y 75 para un móvil. Reutilizar también puede ser una acción solidaria. Numerosas organizaciones reparan ordenadores y los envían a otros países para programas de ayuda al desarrollo en las zonas más desfavorecidas.
Gran parte de la sociedad internacional es consciente desde hace años de la necesidad de abordar el problema con coherencia. Con el Convenio de Basilea más de 120 países se comprometían a garantizar un control exhaustivo de las exportaciones y de la eliminación de residuos. Además, muchos países europeos han adoptado legislaciones encaminadas a una gestión responsable de sus residuos, dentro de la Directiva Europea sobre Residuos de aparatos eléctricos y electrónicos.
Algunas empresas asumen de forma progresiva la responsabilidad que tienen sobre sus productos. La empresa china Lenovo, tercer fabricante mundial de ordenadores, es el fabricante más ecológico, según Greenpeace. Prohíbe las sustancias tóxicas en sus productos y aplica políticas eficientes para el reciclado de residuos. Un buen ejemplo en el país que más sufre los efectos de la acumulación de desechos.
La cooperación entre países podría ser otra solución. España ha propuesto a los países latinoamericanos el Plan Regional sobre Residuos y sitios contaminados. El papel del ciudadano es crucial. En España, por ejemplo, el 55% de las personas ignora la existencia de puntos limpios o no sabe dónde se los encuentra. Así, los muchos aparatos acaban aparcados en casa o en el basurero, a pesar de que en el manual de instrucciones siempre aparece un cubo tachado.
Los países deben aprender a ser autosuficientes para gestionar sus residuos. El problema de los desechos electrónicos nos afecta a todos, por nuestra salud y el mundo que habitamos. La lucha que estamos emprendiendo por un desarrollo sostenible se encuentra también con este reto que debemos afrontarlo. Hay alternativas a un mundo lleno de vertederos.
El autor es periodista.
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