La pasada semana se ha conmemorado el “Día Internacional de la Paz” y algunas organizaciones como la Asociación de Mujeres para la Paz Mundial y otras, han destacado esa fecha, con paneles, conferencias y eventos alusivos a promover la paz en el mundo.
El vocablo paz viene del latín pax – pace que significa un estado de tranquilidad, sosiego, armonía, etc., contraria a la confrontación, guerra, pleito, riña, etc. Es decir que la paz es un valor fundamental desde el punto de vista de la axiología, rama de la filosofía que estudia los valores, y como todo valor tiene su antivalor.
A través de la historia de la humanidad, muchos filósofos y pensadores, así como de escuelas filosóficas, han propuesto la búsqueda de la paz, como virtud de la sociedad y del individuo en sí.
La paz puede conseguirse de muchas maneras, como la “pax romana”, impuesta por la fuerza o más bien por la violencia, lo que ha dado lugar a la sentencia: “hacer la guerra para conseguir la paz”. Otro camino a la consecución de la paz, es la paz cristiana, basada en el amor al prójimo, como nos enseñó Jesucristo.
La paz es también individual, como un estado del espíritu, que nos llena de gozo, de armonía espiritual, con los demás seres humanos y el medio; pero también tenemos la paz social, fruto del entendimiento entre gobernantes y gobernados y resultado de políticas de justicia social, que a su vez nos permiten gozar de una sociedad de estabilidad, de equilibrio entre las fuerzas sociales y no de confrontación.
En estos tiempos se habla de la paz moderna, originada en la justicia, la igualdad, el diálogo, donde la paz no es sólo la ausencia de violencia, sino fruto de un proceso relacionado con los Derechos Humanos, el desarrollo y bienestar colectivo, y el respeto al medio ambiente.
Uno de los factores que afecta a la paz es el conflicto, que es un elemento de la vida en sociedad, pues los grupos sociales buscan objetivos distintos u opuestos. El conflicto no es positivo, ni negativo en sí mismo, lo importante suele ser la forma en que se plantea, ya sea por medio del diálogo para encontrar acuerdos, o la violencia que suele tener elevados costos.
El conflicto basado en razones justas ha sido, más bien, un medio de cambio social, pues suele superar estados de estancamiento social.
El odio, el egoísmo, la ambición desmedida y la violencia son enemigos de la paz, pues promueven la confrontación, el distanciamiento, la ruindad de conducta, etc., y hay algunas corrientes de pensamiento político que plantean la violencia originada en el odio, como el comunismo-socialista que plantea la “dictadura del proletariado”, etapa en la que se debe destruir a las otras clases, en especial a la burguesía capitalista, es decir a los propietarios de los medios de producción, y por ello en el pasado siglo, en los países que siguieron ese camino, fueron cometidos terribles crímenes contra la humanidad. También el “fascismo”, primo hermano del socialismo comunista, promueve el odio, ya sea racial como el nazismo de Hitler o la absoluta intolerancia a los que piensan distinto.
En nuestra patria, en los últimos tiempos, el populismo ha desatado una política de odio, primero a los k´aras o no indígenas, luego a los liberales, a los derechistas o críticos de posturas izquierdizantes del neo populismo, implementando políticas represivas a través del Órgano Judicial, pretendiendo uniformar el pensamiento político -pensamiento difuso- atacando el pensamiento libre y su difusión.
Una de las finalidades del poder político debería ser conseguir la paz, pero no la paz de los muertos (el silencio), sino la paz del entendimiento, la tolerancia, el acuerdo, la complementariedad.
La paz es el vehículo el desarrollo y progreso de los pueblos, pues los espíritus colectivos en paz, son más productivos y beneficiosos para las sociedades.
El acuerdo de paz en la hermana república de Colombia, luego de varias decenas de guerra interna, es fruto de la sentencia cristiana: “paz a los hombres de buena voluntad”.
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