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Muchos entre los 150 millones que se asegura sumaron la audiencia del debate Clinton-Trump, hace una semana, eran latinoamericanos interesados en escuchar al dúo de rivales hablar sobre temas de la región. Tuvieron una noche decepcionante. Venezuela y el Socialismo del Siglo XXI, Brasil y Argentina, incluso Cuba y Colombia, estuvieron ausentes de la discusión acalorada. Salvo México, telón de fondo de la propuesta del republicano de erigir una muralla fronteriza que pagarían los mexicanos, y por la membresía mexicana del Nafta (“nos roban los empleos”), América Latina estuvo ausente del primer debate más importante de la carrera por la presidencia de Estados Unidos.
No del todo.
Hubo una excepción hacia el final. Venezuela ingresó al cuadrilátero verbal de manera indirecta, pero con uno de sus atributos más admirados: su cadena de bellezas y títulos de Miss Universo.
Casi todos los asuntos debatidos esa noche fueron opacados por la avalancha que desató un tema demoledor traído por la candidata demócrata cuando recordó a su rival republicano opiniones racistas y peyorativas contra la figura de la ex Miss Universo (1996) Alicia Machado, ahora ciudadana norteamericana. Indignado por el apoyo militante de la ex reina de belleza a Hillary Clinton, Trump la había llamado “Miss chanchita” y con desprecio dijo que era también Miss Empleada Doméstica.
Sin defensa ante el golpe devastador que la cuestión le causaría entre las mujeres hispanas y no hispanas, Trump solo atinó a balbucear: “¿De dónde sacaste eso?”. Fue una pregunta servida en bandeja para Clinton: “Se llama Alicia Machado. Ahora es ciudadana norteamericana. Este año va a votar. Puedes apostar…”.
La conmoción entre los republicanos fue equivalente a la intensidad del golpe. Newt Gringrich, uno de los líderes más conservadores de su partido, salió en defensa del asediado candidato. Lo hundió más. Como para exclamar “no me ayudes, compadre”, Gingrich dijo que Trump tenía todo el derecho de ridiculizar a la ex Miss Universo. “Nadie aumenta 26 kilos el año en que es elegida Miss Universo”, dijo. (La ex miss admitió, después, que había aumentado solo ocho kilos).
Fue la peor semana republicana y una de las más felices de los demócratas. Alicia Machado, que había llorado al escuchar al republicano denigrarla por su peso, se sintió reivindicada.
El debate había sido como una pelea sin casco de protección. El énfasis estaba en la presidenciabilidad de ambos, en la violencia, generación de empleos y mayores salarios. Parecía que acabaría sin nuevos sobresaltos. Hasta que ingresó el rasgo del republicano que más detestan las feministas.
Los demócratas han estado cosechando los réditos de la visión del multimillonario republicano. Hillary Clinton golpeó sobre un rival maniatado por sus palabras que en toda la semana no logró encontrar una manera de controlar el desaguisado. “¿Quién se levanta a las 03:00 de la madrugada para lanzar un ataque en twitters?”, redobló. Trump estaba en arena movediza y cualquier reacción ayudaba a empantanarlo.
Poco más de dos horas después ensayó un contraataque y afirmó que su rival había ayudado “a la repugnante (echen un vistazo a su video sexual y su pasado) a convertirse en ciudadana norteamericana para poder utilizarla en el debate”. Eso tampoco apaciguó los ánimos de quienes vieron en las expresiones del republicano un grave prejuicio anti-latino.
Habrá otros dos encuentros antes de la elección, el 10 y el 19 de octubre.
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