La reforma agraria de 1953 tuvo la característica particular de haber “nacionalizado” la tierra en los departamentos orientales, en especial de Santa Cruz y Beni, es decir pasar la propiedad de la tierra a todo el pueblo y así sobre una tierra libre se produzca una nueva distribución de la propiedad del suelo, sobre la que se desarrolle un nuevo sistema de producción moderno, en sustitución de los sistemas comunitario, esclavista y feudal. La reforma del 53 en Santa Cruz -a diferencia de la realizada en el altiplano y los valles-tuvo las características de la reforma agraria americana y de ahí su intenso desarrollo y las grandes perspectivas a futuro, pese al vocerío anticapitalista oficial.
Esta economía agraria capitalista en el oriente del país tiene todas las características para esa forma de desarrollo. Ha consolidado el sistema de trabajo pagado en salario a una clase social de obreros y ha cristalizado la propiedad privada. La producción mercantil ha llegado a niveles de producción industrial, lo que determina una agricultura intensiva con alta tecnología que ha sustituido en gran parte a la tradicional de tipo feudal.
En Santa Cruz, en particular, se ha consolidado una diferenciación entre propietarios de la tierra y los campesinos sin relación con la propiedad del suelo y que solo tienen su trabajo para sobrevivir. Esa diferenciación no solo existe en el sector tradicional de la población sino entre la población indígena llegada de occidente. No se practica el colonato, las aparcerías, el pago del trabajo en especie; también ha desaparecido el trueque y el intercambio se realiza exclusivamente en dinero corriente. Es más, el dinero ha adquirido la característica de capital.
Dentro de ese nuevo régimen, la tierra tiene precio y este es la renta capitalizada. La propiedad privada se encuentra en circulación como mercancía, se vende y se compra, de donde resulta el precio de la misma. Es de observar, sin embargo, que este sistema de compra-venta de tierra solo sirve a los grandes dueños de la tierra y no para los pequeños agricultores, discriminación que les impide gozar de la renta territorial, mejorar la tecnología y determina la venta clandestina de tierra, práctica que produce notables distorsiones económicas. Grandes ventajas favorecen el crecimiento del capital y, a la vez, debido a esas preferencias, se oponen al desarrollo de los pequeños y medianos empresarios que se arruinan y terminan siendo absorbidos por los grandes.
El alquiler de tierra por sus dueños ha adquirido notable intensidad y produce una forma de renta especial. Así se ha creado un tercer sector social, además del empresariado y el obrero, que es el dueño de la tierra que no la trabaja, la alquila y a veces ni la conoce.
Si bien la cuestión agraria en Santa Cruz y el oriente en general fue resuelta en general, aún conserva en gran parte enormes escollos antidemocráticos, ello debido a la vigencia de la legislación agraria, en especial la Ley INRA de 1995 de Sánchez de Lozada y su continuación, la Ley de Reconducción comunitaria de la reforma agraria de Evo Morales. Toda esa legislación constituye un gran perjuicio para el progreso del capitalismo agroindustrial de Santa Cruz y Beni.
No es desconocido que la gran agricultura capitalista oriental recibe toda clase de ayudas del gobierno, mientras, al contrario, pequeños y medianos agricultores son objeto de toda clase de trabas y dificultades de todo tipo, política que finalmente solo beneficia a la gran agricultura.
Todo ese avance de la agricultura capitalista en Santa Cruz está, sin embargo, amenazado de destrucción por la política populista del gobierno, política que atenta contra la gran producción intensiva y hace que retroceda a la extensiva o parcelaria y que las haciendas grandes y medianas se parcelen y conviertan en comunidades indígenas al estilo de Occidente.
El capitalismo agrario aquí ya se ha definido por completo e impera la libre oferta y demanda en la producción, así como la fijación de los precios de los productos de la tierra en los lugares más pobres y lejanos de los centros de consumo y que, a la par, surja el comercio en grande en vez del individual. Todos esos aspectos de un sistema de producción y propiedad modernos han permitido, finalmente, que ciertas corrientes populistas de antiguo origen desaparezcan por completo, aspecto que debe ser objeto de estudio especial.
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