Lo más acertado: suprimir subvención a carburantes


 

Desde el llamado “gasolinazo” del año 2010, se ha sostenido muchas veces la necesidad de suprimir la subvención a los carburantes como medida que solucione muchos de los problemas económicos que sufre el país y que ha comprobado que las subvenciones resultan en la práctica contrarias a la economía. Ahora, debido a la caída vertiginosa que se ha producido en los precios del petróleo en el mercado internacional y de lo que provienen los precios del gas que exportamos y que sirven para el uso interno, se sugiere, por parte de entendidos en asuntos petroleros y economía, la urgencia de suprimir, oficialmente, la subvención.

La medida estaría impuesta de hecho desde el momento en que los precios del petróleo han bajado y, en cambio, los que rigen para gasolina, gas, diésel en el país siguen en los mismos montos de antes de la caída internacional; producida ésta, automáticamente bajó la subvención, hacerlo oficialmente no afectaría a la economía popular y si esos precios suben, los incrementos en el mercado interno no serían traumáticos y serían muy débiles y hasta insospechados para el público, porque estarían conformes con las cotizaciones del mercado internacional.

Es muy difícil, dado el funcionamiento del mercado, que los precios suban radicalmente; si ello ocurre, será muy lentamente. Las ofertas de carburantes conjuntamente la producción que tiende a subir dificultan que las cotizaciones lleguen siquiera al 50% de la que tenían en el inicio del grave problema.

Suprimir la subvención implicaría colocar a nuestra economía en los parámetros justos y realistas que contribuirían, además, a crear conciencia sobre la necesidad de suprimir toda subvención y vivir realidades, mucho más si cada año, conforme a los índices inflacionarios, el gobierno dispone determinados aumentos salariales que compensarían sino debidamente, en muchos aspectos los costos de vida.

El que se adopte la medida de suprimir la subvención daría lugar a que no se tenga las reacciones traumáticas que se tuvo cuando el precio del petróleo era alto y que hubiese sido contraproducente, especialmente para la economía popular; además, elemento o factor que implique la subida de precios de lo que se use y consuma.

Están dadas las condiciones, no hacerlo sería desaprovechar una gran oportunidad para vivir realidades y no estar a expensas de subvenciones que el gobierno se vea obligado a fijar conforme a lo que “sentó la costumbre”. El gobierno, con el detenimiento debido y cooperación muy estrecha de ex–autoridades del Banco Central, del Colegio de Economistas y de entendidos en el ramo petrolero, debería estudiar el caso y adoptar las medidas pertinentes -que no serían notadas por el público- en el menor tiempo.

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