Uno de los partidos más importantes del escenario político chileno es el de la democracia cristiana, que encauzó la democracia, con Patricio Aylwin, el primer presidente electo desde 1973, tras la caída de la dictadura de Augusto Pinochet, en el referéndum de 1988.
Recordemos, asimismo, que Eduardo Frei, el fundador, llegó a ser presidente de su país en 1964, con una mayoría de votos no alcanzada en Chile por ningún otro candidato en el Siglo XX. Sus conquistas a favor del pueblo fueron notables.
Es una de las fuerzas políticas que comulga con el oficialismo que preside la socialista Michelle Bachelet, pues es parte de la estructura que sustenta a la coalición Nueva Mayoría. Comparte, por lo tanto, los aciertos y desaciertos del actual Gobierno.
En la presente coyuntura no cuenta con candidato presidenciable para competir en las elecciones generales del próximo año. Quizá más adelante. Se habla de Carolina Goic, presidenta de la democracia cristiana chilena; del senador Ignacio Walker, quien es el único que ha manifestado, públicamente, su disposición a ser candidato; y de la ex ministra concertacionista, Mariana Aylwin.
En este marco los demócratas germanos, amigos entrañables de la democracia cristiana chilena, le han sugerido que levante una carta presidencial, propia, con vista a las elecciones de 2017. De igual modo creen que debería acercarse a los partidos de centro derecha que promueven la figura de Piñera en la carrera electoral por la Moneda.
Y el propio jefe de la bancada de diputados de la Democracia Cristiana, Fuad Chain, manifestó la necesidad de que su partido cuente con un candidato propio.
La verdad es que la democracia cristiana chilena no puede generar liderazgo por el momento y con razón ha convivido con el “diablo” en el seno de Nueva Mayoría. Ahora está en la disyuntiva de seguir o abandonar esa concertación política. De seguir con el diablo o volver a Dios.
Los socialistas, muy al contrario, cuentan con líderes de valía como Allende, Lagos, Insulza y Guillier, quienes, considerados presidenciables, han desencadenado una suerte de pugna interna, con afanes personales. En este contexto Guillier ironizó, al referirse al ex presidente Lagos Escóbar, que “Bernardo O’Higgins apareció en el horizonte, el salvador de la Patria”. Cosas que surgen al calor preelectoral.
En suma: la democracia cristiana está conminada a generar liderazgo para recuperar el tiempo perdido.
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