Hugo Muñoz Arévalo
La empresa holandesa Volker Wessels, en colaboración con la ciudad de Rotterdam, han llevado a cabo un proyecto que pretende convertir las carreteras de esta ciudad en carreteras de plástico procedentes de residuos plásticos de los océanos de todo el mundo. Lo que supondría la supresión de 1,6 millones de toneladas de emisiones de CO2, que es lo que supone la producción de asfalto de forma anual. Estas carreteras, que ya llevan un tiempo en desarrollo en la ciudad de Vancouver, contarán con un diseño que facilitará las reparaciones y espacios huecos en su interior para la instalación de infraestructura de fácil acceso, electricidad, teléfono o cualquier otro tipo de suministro.
Las micro esferas de plástico son minúsculas partículas de este material que se encuentran en multitud de productos usados para la higiene y la limpieza. Esto se debe a su alta resistencia ante la suciedad y a su eficaz efecto abrasivo. Sin embargo, por eso mismo, estas micro partículas son tan contaminantes. Como la mayoría de residuos, acabarán por llegar a los océanos, gracias a su elevada resistencia a la degradación. Y será allí donde afecten a la vida marina, e incluso pueden elevar la mortalidad de distintas especies.
El problema es tan elevado, que la organización Greenpeace ha elaborado un estudio en el que afirman que sólo en Europa, cada año, llegan al medio marino 8.627 toneladas de plástico procedentes de las micro esferas en los cosméticos. El equivalente al peso de la Torre Eiffel.
Aunque ya hay países como Estados Unidos, Australia o Reino Unido, donde se ha prohibido el uso de estas esferas tan perjudiciales, la existencia de residuos plásticos en los mares no ha disminuido. De hecho, la producción anual de plástico a nivel mundial aumentó casi un 50% entre 2002 y 2013, y pasó de 200, a 299 millones de toneladas.
Por eso son tan importantes medidas como las llevadas a cabo en Francia, donde, para evitar la entrada y fabricación de más plástico, se ha vetado platos, vasos y cubiertos desechables elaborados con este material. Lo que no significa que los utensilios desechables se los haya prohibido, sino que, a partir de enero de 2020, tendrán que estar fabricados en un 50% con sustancias biodegradables procedentes de materias orgánicas, como el almidón o la fécula de patata. Y a partir de 2025, el porcentaje aumentará al 60%.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. En muchos países, lo único que se ha hecho es poner precio a las bolsas de plástico de los supermercados para evitar un uso desmesurado de las mismas. Incluso con este pequeño inconveniente, en España se utiliza más de 130 bolsas por persona al año. Una cifra muy alejada de las cuatro bolsas por persona usadas al año en Dinamarca, y todavía lejana de las 40 que quiere conseguir la Unión Europea.
El autor es periodista.
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